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La fascinación por los desfiles

La marcha de efectivos militares puede tener un propósito tanto ceremonial como de simple propaganda, y son pocas las naciones que se han podido sustraer a la fascinación de un desfile de sus Fuerzas Armadas

20 de julio, 2019 - 09:42

Muchas cosas importantes le debemos al general Julio Argentino Roca, vencedor en todas las batallas en la que participó. La Campaña al Desierto fue la más notoria de todas. Además, tuvo en suerte presidir en dos oportunidades los destinos de la Nación como su presidente con todo lo que ello implica. 

Pero El Zorro, como se lo conocía, también nos legó pequeñas pero interesantes cuestiones. Desde el revuelto Gramajo que solía comer, de parado, con los hombres de su Estado Mayor cuando se encontraba en campaña, hasta su gusto, poco conocido, por los desfiles militares. 

La idea de usar los desfiles como una muestra de poderío y de orgullo nacional está lejos de pertenecerle a Roca. La aprendió de otro aficionado a la Realpolitik, el Kaiser Guillermo II de Alemania. Concretamente, durante su visita a Alemania fue agasajado por una parada militar en Potsdam.

El gran historiador Félix Luna recuerda en Soy Roca ese momento. Al parecer el Kaiser, quien era un gran aficionado a la caza, las armas y a los temas militares, había querido impresionar a su visitante argentino con un desfile de 15.000 efectivos en el campo de Tempelhofer Felds, ya que con cada unidad que pasaba frente el palco lo abrumaba con detalles sobre la historia de cada cuerpo.

Coqueto como era Roca, no quiso ni pudo desperdiciar la oportunidad para lucirse él mismo y promocionar a la Argentina. Al efecto, se había hecho confeccionar un nuevo uniforme de teniente general por los mejores sastres de París. 

Sabía que tenía que estar bien vestido para la ocasión, pues durante el almuerzo, Guillermo le impuso la condecoración de la Cruz de la Orden del Águila Roja, aunque nadie haya visto un ave de semejante color. 

Pero en esto del gusto por los desfiles ni Roca ni el Kaiser están solos. Como sabemos, un desfile militar es un acto en el que varias unidades de las FF.AA. de una nación marchan ordenadamente en formaciones a través de las calles de una ciudad, ante una autoridad y el público asistente.

Su propósito es ceremonial y puede responder a la necesidad de rendir honores, conmemorar un día festivo o de simple propaganda.

Son pocas las naciones y hasta las organizaciones militares no estatales, como varias fuerzas guerrilleras, que hayan podido sustraerse a la fascinación que ejercen el ver a su bandera y a tropas marchando al son de sus respectivas canciones patrióticas.

Hay varios que han llegado a adquirir fama, ya sea por su corrección y marcialidad o por su propia desproporción propagandística. Entre los primeros se destacan, por ejemplo, el del Día de la Hispanidad, con el cual España conmemora el Descubrimiento de América con un desfile y una parada que se realiza, cada año, en una ciudad distinta de España. 

En la región es bien conocido el Día de las Glorias del Ejército de Chile, en que puede observarse el paso tanto de unidades históricas como operativas al son de viejas canciones marciales de origen prusiano. 

Entre los propagandísticos más destacados se encuentra el célebre desfile del Día de la Victoria que se celebra en la Plaza Roja de Moscú con un gran despliegue que incluye miles de tropas a pie, vehículos acorazados y aeronaves. 

Últimamente se han hecho famosos los realizados por Corea del Norte, no solo por su gran magnitud, sino, de paso, porque son aprovechados por los analistas de inteligencia para ver y fotografiar a los nuevos elementos introducidos en la completa panoplia militar norcoreana y que tiene en vilo a sus vecinos y a las potencias globales.

Hasta los países poco afectos a los desfiles militares, como los Estados Unidos de Norteamérica, uno en el que desfilan habitualmente sus asociaciones de veteranos o sus ‘ejércitos privados’, pero no sus FF.AA.

Acaban de hacerlo, hace pocos días, en ocasión del Día de la Independencia, con un exultante presidente que proclamó a los cuatro, vientos el honor de ser el comandante en jefe de las FF.AA. más poderosas del mundo.

Por suerte, la República Argentina retomó la costumbre de festejar el Día de la Independencia con un desfile. Lo hace después de haberlo suspendido varias veces por razones presupuestarias. 

Por eso es bueno que nuestro presidente, quien también es el comandante en jefe de nuestras FF.AA, con graves responsabilidades institucionales al respecto lo presida.

No le pedimos que se ponga el casco de acero del Kaiser ni el kepi de Roca, pero sí el sombrero del sano control civil sobre las FF.AA.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.