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¿Qué se hizo de ese hombre en la Argentina de hoy?

02 de julio, 2018 - 07:10

Es algo que me he preguntado y me sigo preguntando una y otra vez. El paso y el peso de este tiempo repercuten en muchos, para quienes como yo, la vida no fue concebida y mucho menos cohabitada con violencia, discriminación, soberbia, prepotencia, desprecio y con un paso insolente sobre cualquier ser que esté en nuestro camino. Mucho menos si ese ser es una mujer.

Sentir por estos días sobre el patriarcado, sobre el machismo. Cada vez que haya una inmunda e inaceptable violación sobre una niña, fuera o dentro de un hogar. Cuando se castiga hasta la muerte a una mujer. Cuando se producen y reproducen los hechos más aberrantes sobre un ser femenino, cualquiera sea su edad, condición o lazo con el violento, con el violador y con el femicida. Cuando no se permite a una mujer ocupar esos lugares, con creces ganado y el salario que le corresponde.

Más grave aun cuando de esa mujer dependen niños que alimentar, curar y educar. Mujeres que sucumbidas en la pobreza son aún más castigadas por ese halo oscuro de la ignominia. En todo esto se dicen de responsabilidades y se señalan a los hombres y hacia ellos se va.

No se trata de salir hacer espíritu corporativo, rasgando las vestiduras. Porque estaríamos expulsando aún más a esa mujer, que hoy necesariamente se ha lanzado a la calle para poner fin a tanta oscuridad que sobre su condición se ha mecido la vida por siglos.

Tampoco se trata de decir que allí están ellas y que aquí estamos nosotros. Se trata de profundizar la convivencia en un espacio con igualdad y derechos. De reconocer esos derechos y esos espacios que muchos, naturalmente, reconocemos desde siempre. Derechos y espacios, con respeto y reconocimientos que, incomprensiblemente otras mujeres y muchos, de los llamados “machos” han negado, vaya uno a saber por qué, en la complejidad de los seres humanos.

Los que venimos de familias con fe cristina o agnósticas donde las mujeres están codo a codo con los hombres. Donde las madres y los padres son el mismo eje de la familia. Donde jamás presenciamos a nuestros padres ejercer violencia verbal o física sobre las mujeres de la casa. Los que, cada tramo de la vida, los hacemos con madres, hermanas, esposas, hijas, nietas, colegas y amigas, comulgamos un camino de iguales. Sin hipocresías y con todas las imperfecciones que implica la relación humana. Sobre todo en temas y elecciones en los cuales uno no está de acuerdo, como el aborto.

Reivindico la lucha de la mujer de este tiempo. Acompaño esta lucha tomado de las manos de mi esposa Laury y de mi hija María Laura. Porque entiendo y estoy bregando, como muchos otros hombres, por el respeto que ellas merecen y que, bajo ningún punto de vista, debería estar en discusión.

Respeto por sus cuerpos, respeto ante la igualdad laboral y profesional, con lugares y salarios tan dignos como el del hombre. Respeto por su dignidad humana, donde nadie tiene ningún tipo de derecho sobre ellas.

Por eso brego para que la Justicia y todo estamento que conforma la gran sociedad argentina entiendan el espacio y los derechos de toda mujer. Y así, de una vez por todas, se obre en consecuencia. Aun en temas fuertes como el aborto, donde unas lo aceptan y otras no lo tienen como opción de vida. Las primeras asumiendo eso, haciéndose cargo cómo responder a la vez el grito por la vida que lanzaros a las calles del país con “Ni Una Menos”. Las otras, fortaleciendo sus convicciones de la defensa de esa vida que tiene igualdad de derechos. Porque, argumentan, si dentro de ese vientre hay un ser femenino, le asiste ese clamor que hoy se esgrime con legitimidad. Por eso ambos sectores debaten lo que es un tema en el que se esgrime por un lado el derecho de una mujer, por el otro, el derecho a la vida de otro ser.

Muchos hombres no pertenecimos ni pertenecemos a ningún sistema patriarcal. No necesitamos andar con el cartelito que no somos violentos, violadores, ni acosadores. No somos aquellos que se fueron a Rusia a mostrar al mundo el lado más oscuro de nuestra sociedad. Tampoco somos los que utilizamos redes sociales para producir mucho daño en niñas y adolescentes. Los llamados machos pistola que se llevan al mundo por delante para quienes la mujer no llega a la categoría de felpa.

Somos hombres, con toda la dimensión que ello implica. Que consideramos a la vida el nervio motor de la existencia humana. Así nos vemos frente a ese otro ser con quien razonamos y multiplicamos la vida, la mujer. Andando detrás de ella, si es necesario protegerla o seguirla. Delante de ella, si es necesario guiarla o ayudarle abrir caminos. Al costado de ella, para escucharla, atenderla y entenderla a enfrentar los tiempos.

Que ojalá sea para los dos y de a dos, sin golpes bajos, traiciones, desprecios, discriminaciones e inaceptables desigualdades. La verdadera forma de reencontrar al hombre de la argentina de hoy.

Daniel Gallardo – Periodista de Medios del Grupo Cooperativa