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Castro Santander: "La presencialidad es irremplazable"

Tras casi un año de idas y vueltas, el retorno de los chicos a las aulas es una decisión tomada, aunque se ignoren todavía varios puntos clave de esa vuelta. La opinión de un especialista que marca la incertidumbre como dato clave

22 de febrero, 2021 - 07:33

Con escuelas abiertas y niños concurriendo en diferentes modalidades, como burbujas y números de curso reducidos, la educación trata de recuperar algún modo de funcionamiento que compense lo perdido.

Un minucioso repaso de lo que han sido estos tiempos, en la voz de un especialista como Alejandro Castro Santander, licenciado en Gestión Educativa, psicopedagogo y escritor, revela las vicisitudes, falencias e incertidumbres que signaron todo el proceso: “Lo estamos discutiendo desde abril, cuando empezaron a aparecer las primeras posibilidades de retorno, porque todo el mundo estaba muy optimista: nos creímos la palabra cuarentena, creímos que iba a durar poquito y no, no pasó”, explicó, dejando en claro que nadie previó un fenómeno de tales consecuencias.

Entonces, “se empezaron a armar lentamente protocolos. Primero fueron orientaciones, después protocolos que directamente había que respetar. Para eso se reunió el Consejo Federal con todos sus ministros, e iban acordando como se iba a volver”, recordó, y agregó: “El asunto es que fue pasando el tiempo, se fue complicando, y junto con eso fuimos aprendiendo todos, y todavía seguimos aprendiendo de un virus que, la verdad, tiene confundido todo el mundo. Por eso la palabra creo que desde el inicio hasta ahora ha sido incertidumbre, muy pocas seguridades con respecto a las cosas que hay que hacer”.

Continuando con el repaso, destacó que “se fueron definiendo algunos pasos, que uno lo puede concentrar en tres o cuatro cosas: primero la distancia, que primero se llamó social y quedó –la OMS la llamó física, porque lo que teníamos que coartar era la sociabilidad-, otro tema fue el de los barbijos, que también tuvimos encuentros y desencuentros. Cuando uno mira los 11 protocolos que se han empezado a bajar a cada provincia para su adecuación, hay algunos que te hablan de todos, otros te dicen nivel inicial no. Con las distancias cada uno tiene su regulación, en general el Consejo habló de no más de 15 alumnos, pero hay con consejo científico que dice que no importan tanto las distancias. Otros hablan de las burbujas, infinidad de temas, pero el tema de la higiene, de los cuidados, de lo que se le viene ahora a los docentes, que va a ser un tema muy complejo”, y recordó: “Mendoza todavía no tiene sus protocolos, que tendrían que estar porque los docentes ya están reunidos, tienen que definir cosas muy complejas, porque cada escuela es distinta”.

En tren de analizar, expresó: “Cuando uno mira los protocolos y las preguntas que hacen los docentes, que saben lo que es la vida en el aula, y los mismos directivos que tienen que gestionar todo eso, saben que hay una zona gris que es muy amplia y no está contemplada y van a tener que maniobrar, trabajar día a día para ver cómo pueden llevar de la mejor manera la vida dentro de la escuela”.

 

Agua para cada molino

Como en tantos ámbitos de la vida nacional, la propensión al desencuentro y a defender bastiones propios, también ocupó gran parte de las discusiones. Castro Santander lo reafirma: “Si hay un tema que está en la base de todo esto, que no lo hablamos porque está naturalizado, es la capacidad para desencontrarnos, para no ponernos de acuerdo. Cada uno lleva agua para su molino, hay intereses –esto se trabaja muy bien desde la psicología con lo que se llama sesgo cognitivo, en este caso se llamaría sesgo de confirmación– cada uno busca información que termina reafirmándole lo que piensa”, sentenció, concluyendo que “vivimos desencontrados, en esta incapacidad para ver cómo hacemos para acordar en algo tan importante, que es ver cómo hacemos para que los chicos estén en la escuela aprendiendo”.

Pero a la vez, dejó en claro que, en última instancia, este fenómeno sirvió para acentuar carencias preexistentes, que en todo caso se mostraron más crudamente: “Si uno analiza las dificultades, estas que tenemos ahora para la presencialidad o para lo híbrido, estaban mucho antes de la pandemia”, aseveró. “Las brechas tecnológicas, didácticas, de hábitat educativo, ya venían. Una escuela pobre, abandonada en muchos aspectos, con males crónicos, vino un virus y lo agudizó. Entonces es fundamental esto de acordar”.

 

Los protocolos

“El tema de los protocolos es solamente un mínimo normativo; es útil, hace falta, pero como siempre se dice los protocolos calman los nervios, pero no resuelven los problemas”, diagnosticó, y en consecuencia: “Ahora hay que ver qué va a pasar en la vida de las escuelas, trabajando juntos sobre todo docentes y familias, los padres son muy importantes. Más allá de lo que puedan pensar los gremios y los responsables de las políticas públicas, la vida de las escuelas va a marcar las temperaturas, las decisiones”.

Finalmente se refirió a la importancia del niño en el aula y con un proyecto educativo claro y coherente. “Quedó claro que la presencialidad no se puede reemplazar con nada”, aseveró. “Se puede complementar en todo caso con la tecnología, pero sabemos que es muy pobre y según como se dé. ¿Cómo se ha dado en lo general en Latinoamérica? A nivel asincrónico, un docente que graba algo y tenés toda la semana para resolverlo. No podemos hablar de educación en línea, por ejemplo”. Amplió el concepto señalando que “está comprobado, de hecho, el coordinador de la OCDE, los responsables de las pruebas Pisa, planteaba esto: hay muchos países que han invertido en tecnología y realmente no han tenido buenos resultados. Recomendaba que se preocuparan más por tener un buen proyecto educativo, para que en todo caso cuando se implementara la tecnología, tuviera algún sentido”.

Como conclusión, añadió: “Vos podés tener una escuela con muy malos resultados y sin calidad educativa, le metés computadoras, porque decís con esto la vamos a renovar, y terminás teniendo una mala escuela con computadoras. En definitiva, hay que trabajar mucho, nadie va a negar el valor indiscutible de la tecnología, pero evidentemente quedó demostrado –sobre todo con los más chicos– que la presencialidad es irreemplazable”.