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Bodega mendocina es la más sustentable del mundo

Tras recibir un primer premio internacional por sus prácticas de agricultura orgánica y biodinámica, SuperUco fue galardonada ahora por la Fundación UNCuyo, que la ubicó a la cabeza de las grandes empresas de la provincia

21 de diciembre, 2020 - 07:29

Entre el amplio universo vitivinícola de Mendoza, ganan presencia bodegas de pequeña o mediana escala que innovan en las prácticas productivas y apuestan a valores crecientes en la cultura contemporánea, como el cuidado del ambiente y de la casa común.

Una de ellas es SuperUco, que se ha destacado cosechando reconocimientos locales e internacionales, como ser elegida la bodega más sustentable del mundo, ya que desde el año 2017 cuenta con la certificación orgánica y biodinámica de su viñedo.

Siempre siguiendo filosofías de prácticas sustentables mediante la generación de un ecosistema saludable, preparados orgánicos y biodinámicas, como así también la no utilización de productos de síntesis química en el viñedo, logró este año la máxima premiación en The best of Tourism Global Winners - Great Wine Capitals - Galardón Oro en Prácticas Sustentables.

Ahora, la Fundación de la Universidad de Cuyo entregó sus premios, y entre ellos galardonó a la bodega SuperUco con el primer puesto a las grandes empresas de la provincia junto a la firma Casa Bianchi.

 

El camino más adecuado

Leonardo Bonetto Michelini, del área de Comunicación de la bodega, contó la historia de la empresa en CNN Radio Mendoza: “Arrancamos en 2011 con bodega SuperUco, que está formada por los cuatro hermanos Michelini, y en un principio y como familia siempre tuvimos la impronta de hacer vinos que reflejaran el lugar de donde vienen”.

También explicó que “en este caso estamos en el Valle de Uco, en Tunuyán, y esto de hacer vinos que hablen de su paisaje, de su lugar, entendíamos que se logra a través de la poca intervención. ¿Y qué herramientas nos da la vitivinicultura para intervenir poco en el proceso productivo? Es a través de la agricultura orgánica y biodinámica, en casi diez años siempre fuimos por ese camino”, destacó.

Este modo de producir, según el entrevistado, “tiene grandes diferencias si uno lo compara con métodos tradicionales. Nosotros hacemos solo 35 mil litros de vino, en un total no mayor a 8 hectáreas, y eso nos facilita de alguna forma trabajar así. En nuestro caso siempre el camino tiene tres pasos muy marcados: el primero es no utilizar químicos en el viñedo; en segundo lugar, cuando nosotros fermentamos el vino utilizamos levaduras que se llaman indígenas, o autóctonas, que están en la propia cáscara de la uva; y después el añadido de sulfitos siempre es menor al del vino tradicional”.

Los sulfitos permiten que el vino se oxigene o se avinagre, por así decirlo, más lento, “y en nuestro caso tenemos que ser mucho más medidos con eso y es lo que permite obtener la calidad de vinos que tenemos”, agregó.

“Las levaduras autóctonas se generan por propias condiciones de humedad y temperatura en el viñedo – explicó–, “y todos los viñedos tienen este tipo de levaduras. Lo que pasa que no han sido preseleccionadas en el laboratorio. Están en la uva, se depositan en una capita gelatinosa y son fermentaciones bastante más largas, de 25 a 30 días”.

Una de las diferencias también está en el uso del agua. En ese sentido Michelini indicó que “se usa riego presurizado, que es un riego muy medido, muy trabajado, en el cual uno va permitiendo que los poquitos nutrientes que se va sacando de un suelo tan pedregoso, tan calcáreo, se vayan concentrando en la uva”.

 

Buenas prácticas culturales

Pero hay otras diferencias que son muy definitorias en este tipo de procesos productivos, y al respecto el entrevistado explicó que además trabajan “con la agricultura biodinámica, que para hacerlo bien englobador, es una agricultura que a través de un calendario nos va explicando cuando es mejor hacer ciertas prácticas culturales. Se trabaja con las fases lunares, con los movimientos de la tierra, y nos indica cuando está el flujo más concentrado de savia de la planta, día tras día, y eso nos permite hacer cosechas en determinados momentos, donde la concentración en el fruto es más favorable”.

Estas prácticas, por supuesto, son supervisadas y certificadas por entidades internacionales: “Por la certificación biodinámica, que se llama Demeter, sí o sí tenemos que hacer una asesoría todos los años, siempre con visitas trimestrales a la bodega, que nos van guiando tanto con el tema del calendario, como también la generación de preparados medicinales, para poder prevenir enfermedades y generar un ecosistema saludable sin la necesidad de usar químicos. Hemos tenido que formarnos en esto y lo vamos haciendo con una certificadora y también formándonos nosotros mismos”, indicó Michelini.

Sobre la comercialización, señaló que “es un trabajo de muchísimo esfuerzo, todavía no es algo que esté tan democratizado, pero todos estamos en esta fila de hacer trabajos sustentables”, y agregó que “comenzó por ser de nicho, de buscar el consumidor que entendiera y conociera este tipo de vinos, y gracias a estos reconocimientos uno puede ir popularizando nuestra forma de agricultura”.

Finalmente, dijo: “Nuestro principal importador sigue siendo Estados Unidos. Hay países nórdicos, en nuestro caso por ejemplo Dinamarca, donde uno no puede exportar si no tiene una certificación biodinámica. SuperUco tiene una variedad de países muy grandes en cuanto a exportación, son partidas pequeñas porque hacemos 35 mil litros, súper pequeño, pero un top tres sería Estados Unidos, Bélgica y Dinamarca”.

Como se ve, las alternativas productivas que ofrece la provincia son variadas y aparecen constantemente nuevas vertientes y posibilidades de negocios. Y también nuevos emprendedores capaces de correr el riesgo de innovar.

 

 

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