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Tiempos de crisis

Antes de la Primera Guerra Mundial muchos llamaban a la Argentina "el granero del mundo", pero de un día para el otro todo se derrumbó y el país entró en una grave crisis económica que se extendió hasta 1918.

04 de abril, 2019 - 08:18

La crisis económica que hoy vivimos, no es algo nuevo. Desde nuestra historia como país, hemos tenido más de una docena. A veces por factores externos, pero también por la falta de planes económicos a largo plazo, a lo que suma a veces la incapacidad de los gobiernos de manejar este tema, hacen que esto se repita periódicamente. 

Una de las más importantes crisis económicas que tuvo el país y que repercutió gravemente en la provincia de Mendoza, se remonta al gobierno de Francisco S. Álvarez, en plena Primera Guerra Mundial (1914 - 1918).

Un gobernador diferente

En 1914, Mendoza se disponía a elegir a su nuevo gobernador. El candidato a la Primera Magistratura era Francisco S. Álvarez  quien se presentó con un nuevo partido político llamado Partido Popular. Éste ganó los comicios electorales y ocupó el sillón de San Martín. 

El gobernador Francisco Álvarez no pudo finalizar su mandato por la paupérrima situación de la provincia.

Álvarez asumió el 6 de marzo y recibió en rojo las cuentas de la Hacienda de la provincia.

El entonces ministro de esa cartera, Salvador B. Reta, intentó buscar una solución al problema, pero otro acontecimiento agravó aún más esta situación cuando, en agosto de ese año, se produjo la gran contienda europea que luego se transformó en la Primera Guerra Mundial.

La Primera Guerra Mundial, el conflicto que marcó el comienzo de una grave recesión.

A pesar de todo esto,  fines de diciembre, Álvarez convocó a elecciones para una Convención Reformadora de la Constitución, que fue finalmente sancionada en febrero de 1916. Pero la crisis comenzó hacer estragos entre la población.

Tiempos tormentosos

Antes de los acontecimientos de la Gran Guerra europea, nuestra nación se encontraba con una economía exultante, que la posicionó entre los países más progresistas del mundo por aquel tiempo. Sus dos grandes “caballos de batalla” eran: el trigo y la carne que se exportaban a los países europeos.

Muchos denominaron a Argentina “el granero del mundo”, pero de un día para el otro, todo se derrumbó.

Al inicio de los enfrentamientos europeos, la economía de nuestro país se fue desarticulando progresivamente. Los productos como los granos fueron los principales perjudicados, ya que eran exportados al continente europeo. Esto originó, en poco tiempo, un gran aumento de la desocupación.

Además, las dificultades del sector externo provocaron cambios importantes en el ordenamiento monetario y financiero del país. Se produjo la fuga de capitales y las empresas comenzaron a cerrar sus establecimientos por quiebra.

Esto originó una drástica reducción de la actividad económica, que obligó al gobierno del presidente Victorino de la Plaza a promover un conjunto de leyes de emergencia.

El presidente Victorino de la Plaza gobernó al país hasta 1916.

En 1916, asumió el gobierno Hipólito Yrigoyen, quien fue elegido, por primera vez en nuestro país, por voto secreto, universal y obligatorio.

El flamante presidente tuvo que afrontar una depresión económica iniciada en 1913, cuando fueron interrumpidas las inversiones extranjeras en la Argentina, primero por la crisis que se desató en Europa, debido a la guerra de los Balcanes, y luego por la profundización de la contienda mundial.

El valor de las tierras bajó y se produjo una seria escasez de capacidad de embarque. La balanza de pagos sólo pudo mantenerse equilibrada merced a una cuantiosa reducción de las importaciones.

Se produjo una gran la inflación, que trajo como consecuencia el aumento de precios, principalmente de los productos básicos.

La crisis se extendió a lo social y se produjeron despidos en masa, atrasos en los sueldos de los empleados públicos, huelgas y ollas populares.

Nuestro país comenzaría a recuperarse recién a partir de 1918.

Mendoza, también en crisis

Todos estos acontecimientos habían dejado a nuestra provincia sumida en una gran crisis económica y financiera. A los empleados públicos se les adeudaban los sueldos y también los maestros estaban en la misma situación.

Cientos de personas quedaron cesantes de sus trabajos al cerrar muchos establecimientos, principalmente bodegueros. Incluso, los productores de uvas dejaban pudrir las cepas y las bodegas tiraban el vino por las acequias.

La moneda escaseaba y el gobierno tuvo que emitir bonos para salir al paso de esta profunda depresión.

Muchas familias trabajadoras se refugiaron en varios conventillos que existían el la Cuarta y en la Sexta Sección de Capital. La pobreza era tal que los chicos andaban en bandas por las calles, pidiendo o tratando de robar algo para comer.

Uno de los conventillos que acogieron a los humildes que soportaron el mayor peso de la crisis.

Otros, en cambio, acudían a las Sociedades, como la Francesa o Italiana, que ofrecían a cientos de indigentes un plato de comida a través de las ollas populares que se instalaban en las esquinas de estos edificios. Allí, hombres, mujeres y niños desfilaban con sus tachos o platos.

En esta crisis, por supuesto, los especuladores sacaron grandes ventajas, acaparando mercadería para luego venderla a mayor precio o comprando bonos a los asalariados a mitad de su valor.

Todos los días, los almacenes y demás establecimientos de comestibles remarcaban sus precios y escaseaban muchos alimentos básicos y otros de manufactura importada, que dejaron de estar en el mercado por la guerra.

Paseo La Alameda en los años de la crisis económica.

Irritada, parte de la población comenzó a molestarse con el entonces gobernador Francisco Álvarez, a quien llamaron Pancho hambre. El mandatario mendocino tuvo que enfrentar una de las revueltas más sangrientas, que se produjo el 25 de setiembre de 1917, donde se reprimió con energía a miles de manifestantes.

Este hecho desencadenó la renuncia, días después, del gobernador y la intervención de la provincia por el gobierno nacional.