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El Viento en un Violín: Teatro que vibra al ritmo del amor... en todas sus formas

La obra nos sumerge en el estudio de las relaciones humanas que transitan errantes el laberíntico camino del amor en todas sus variantes.Historias de seres buscándose la vida. El amor que lo atraviesa todo, que todo lo permite, lo bueno y lo malo. El amor de pensar la vida de otra forma y aceptarla... tal vez .

29 de marzo, 2021 - 20:11

La obra teatral de Claudio Tolcachir se presenta en Mendoza de la mano del joven director Agustín Daguerre. Con una ambiciosa puesta en escena cargada de matices cromáticos y elementos paratextuales, el espacio se funde con total fluidez escénica y encaja con los intérpretes y sus historias.

En relación al elenco, bien podría decirse que está conformado por una selección de artistas locales que no desentonan con un texto semi-rígido, a pesar de tener distintas raíces actorales. Esto es realmente sorprendente ya que la obra coquetea con el drama y a la vez abraza la comicidad en un mismo acto. Aquí prevalece el ingenio de Daguerre que, en colaboración de la técnica, nos invita a pasar del llanto a la risa en un viaje sin escalas. 

La actuación de Gabriela Simón es lo más sobresaliente desde lo actoral pero tampoco se puede pasar por alto el trabajo de Manuel García Migani quién, desde un rol secundario, supo amalgamar sus escenas con verdadero espíritu orgánico fundado en su vasta experiencia. Punto aparte para Virginia Diblasi que con su frescura y calidez escénica se establece desde el principio como un puente afectivo entre el público y los intérpretes. En cuanto a la labor de Laura Masuti es importante destacar la excelente performance integrada en base a las estructuras sociales que propone el amor real como obstáculo y salida al mismo tiempo. Sin embargo, el "abrazo" actoral y la "fuerza" del sentido empático corre por cuenta de Diego Quiroga que bien sabe desplegar sus capacidades físicas al servicio de la inocencia, los cambios y la humildad. Finalmente, también es destacable el trabajo de la queridísima Alejandra Trigueros que supo entender la triple apuesta actoral que tiene su personaje al intercalar vida laboral, familiar y personal. 

El viento en un violín juega sobre 5 escenarios en un mismo plano que, gracias al delicado y minucioso pack lumínico, construye muros imaginarios que coexisten en los intérpretes y sus afinados roles. Al filo de la sobrecarga, los elementos en escena se conjugan con una serie de acontecimientos que juegan con la sorpresa, la evolución de los acontecimientos y la realidad en cambio permanente. 

Es una obra sobre el amor y las complicaciones propias del sentimiento a niveles de toxicidad, fraternidad, dependencia, transmutación, lealtad y por qué no, violencia. De esta forma, se abre ante los espectadores un juego de dualidades, mentiras y emociones motorizadas por el amor en todas sus formas: las que suman, las que restan y por supuesto las inclasificables. 

Sin la etiqueta de buenos o malos, los personajes están delicadamente atravesados por conductas llevadas al extremo de la situación pero sin perder el encanto de lo cotidiano. En este punto radica la riqueza de una puesta pretenciosa en el amplio sentido del adjetivo. 

Este mes, la obra se presentará en la Nave Cultural los días 26 y 27 de marzo a las 21:30. La entrada cuesta $400 y se puede comprar a través del sistema entrada web. (capacidad limitada por protocolos sanitarios)

Argumento: 

Mujeres que se aman, buscando desesperadamente un hijo. Madres con hijos, desesperadas por asegurarles la felicidad. Hijos desorientados, desesperados por encontrar su lugar. Historias de seres buscándose la vida. Y el amor que lo atraviesa todo, que todo lo permite, lo bueno y lo malo. El amor de pensar la vida de otra forma y aceptarla tal vez, en nombre del amor.

Palabras del director

¿Qué es lo que está bien? ¿Cómo es? ¿Acaso existe? ¿Quién lo estableció?.. Siempre ha sido y es una gran pregunta para mí cómo se fue gestando este sistema patriarcal y capitalista que habitamos, sistema de mandatos y normas que nos describen, que nos califican, que nos definen y al cual tenemos que adaptarnos cual plastilina a un molde. Una batería de condiciones que hacen de les seres humanos perseguidores de zanahorias que ni siquiera nos pertenecen, sino que nos establecen, que nos imponen y que por suerte cada vez se convierten en opciones más vetustas y arcaicas. Vivimos sumergidos en la búsqueda del “ÉXITO”, que carajo significa esa palabra más que otro pilar constituyente de un gran esquema encargado de reprimir cualquier conducta que se desvíe de la norma. La primera vez que leí “El viento en un violín” automáticamente se disparó toda esta batería de preguntas nuevamente en mi cabeza; creo que la pieza exalta la posibilidad de construcción del propio lugar, aunque este no sea el que indican las normas sociales aceptadas, bajo la premisa que la vida claramente no tiene ningún sentido, sino que es una construcción que cada une realiza desde su propia experiencia, siguiendo el camino de su historia, de su deseo. Esta es una de las primeras causas por la cual hago elección de este texto. En la obra los personajes que están fuera del mapa, desde sus propias elecciones, desde sus mundos, costumbres y capacidades particulares van a buscar construir su propia felicidad, aunque los medios que utilizan no son los mejores, sino los más equivocados y hasta violentos, jugando aquí la pieza con un humor ácido y negro. El objetivo de los personajes creo, es el establecimiento de un nuevo sistema, de un nuevo mapa.   

Ficha Técnica: 

  • Nombre: El Viento en un Violín
  • Dirección: Agustín Daguerre
  • Texto: Claudio Tolcachir
  • Elenco: Manuel García Migani, Gabriela Simón, Virginia Diblasi, Alejandra Trigueros, Diego Quiroga y Laura Masuti.
  • Diseño Lumínico: María Vilchez Aruani.
  • Diseño escenográfico: Nicolás Tramontina.
  • Asistencia de Dirección: Raúl Ricardo Rojas.