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Guerra de Malvinas: el motivo de Chile para apoyar a Inglaterra

El conflicto del Atlántico Sur fue un enfrentamiento armado entre la Argentina y el Reino Unido desatado en 1982.

10 de abril, 2021 - 12:13

La Guerra por las Islas Malvinas, por la que celebramos el 2 de abril un nuevo aniversario, inició durante el otoño austral en 1982 y fue el motivo para que los argentinos sintieran, en principio, un profundo sentido de patriotismo que hacía mucho no se experimentaba en el país.

Tras los comunicados oficiales que sembraron en la población una ilusión de triunfalismo efímero hasta que el conflicto bélico finalizó a los 72 días de haber iniciado, muchos entendieron que la derrota ante la fuerza inglesa había sido casi inevitable desde el principio. Sin embargo mucho recuerdan con emoción el arrojo con el que lucharon quienes marcharon al frente para darlo todo ante un enemigo que contó con ayuda de otros países como Chile.

Precismente el Estado de la República de Chile “prestó todo tipo de ayuda a Inglaterra, nuestro enemigo. Y el público argentino nunca desde entonces se lo ha dejado de reprochar y echar en cara. Pero tampoco nunca desde entonces se ha tomado el trabajo de preguntarse y responderse si hay alguna explicación para la traición chilena, lo cual  ha dejado en el ambiente una permanente sensación que dicha acción sencillamente no tuvo motivo ni razón de ser”, reflexionó el historiador mendocino, Walter Burriguini.

 

 

Y en general nos sentimos cómodos y hasta nos regodeamos con esa sensación porque, sobra decirlo, viene a confirmar viejos y profundos prejuicios que mantenemos contra nuestros vecinos desde tiempos inmemoriales.

“Como historiador tengo la obligación de sobreponerme a los prejuicios y preguntarme lo que el público argentino, como vimos, no hizo. Y es que si la traicion de Chile durante la Guerra de Malvinas tuvo alguna explicación. Y la respuesta, al final del recorrido, mal que nos pese, es que sí. Hay una explicación”, admitió.

Chile y Argentina vienen sosteniendo disputas territoriales desde sus respectivos nacimientos durante los momentos de la Independencia. “Y en 1971 se pusieron de acuerdo para solicitar el arbitraje de Inglaterra en un intento por solucionar una de esas tantas disputas: la soberanía sobre el Canal del Beagle”, recordó.

 

 

“Acordaron formar una corte arbitral constituida por cinco jueces integrantes de la Corte Internacional de Justicia nombrados por consenso de ambos países. Y lo más importante para la historia, es que se comprometieron expresamente a aceptar la decisión que surgiera. Decisión que fue dada a conocer en 1977 y que favoreció rotundamente las pretensiones de Chile”, analizó.

Pero fue que en 1978 el Estado argentino decidió desconocer la determinación que 7 años antes se había comprometido expresamente a aceptar y la declaró nula, “lo cual estuvo a segundos de desencadenar una guerra que fue frenada a tiempo por la intervención del Papa Juan Pablo II”. 

“Chile con toda naturalidad empezó a percibir a la Argentina como un rival ladino y poco confiable. Un rival peligroso en definitiva. Y cuando estalló el conflico por Malvinas, tenía el fundado temor que si ganábamos, el siguiente paso que daríamos sería invadir su territorio. Así que hizo lo que tuvo al alcance de su mano para evitar que ganáramos y eso implicaba, por regla de tres simple, colaborar con nuestros enemigos”, señaló.

 

 

Y concluyó: “Si nos hubiéramos comportado como un rival de palabra, acatando la decisión de la Corte arbitral que nosotros mismo habíamos convocado para resolver la disputa por el Canal del Beagle, Chile probablemente no hubiera apoyado a  Inglaterra durante la guerra de Malvinas. Y eso quizás, solo quizás, hubiera aumentado nuestras chances de salir vencedores. La picardía, en este caso, al parecer nos salió muy cara”.

Del lado argentino hubo más de 700 muertos. Del otro, unos 300 británicos. Aunque la destreza de los pilotos militares argentinos generó admiración de los británicos –esa extraña admiración de los combatientes, que se respetan mientras se matan–, muchos de los soldados del país eran jóvenes mal entrenados, mal equipados, mal alimentados y pobremente armados, limitados en sus posibilidades frente a unas fuerzas armadas mejor preparadas.