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Barajemos y demos de nuevo

Un enemigo invisible nos está suprimiendo de a miles por día sin misericordia. A lo mejor eso nos lleve a resetearnos para ser artífices del cambio que le hace falta a la humanidad.

30 de marzo, 2020 - 15:34

Es hora de que los humanos cambiemos el chip. Un virus nos cayó del cielo (o del infierno, vaya uno a saber) y nos obliga a replantearnos todo lo hecho desde que nos erguimos sobre los pies y comenzamos a convertirnos en homo sapiens.

Ya desde mucho antes, de una manera u otra, las pestes actuaron como “niveladoras”. Azotaron muchas veces a la humanidad y dejaron su impronta transformando la historia a su antojo.

Esta vez, con el coronavirus sobre nuestras cabezas, no debería ser distinto y seguramente los habitantes de este planeta deberemos resetearnos una vez más.

Tanto la forma de pensar como la manera de actuar están siendo modificadas drásticamente porque todos estamos en el mismo barco. “En el mismo lodo, todos embarraos”, como escribió Discépolo.

La novedosa (por nueva) pandemia ataca a todos por igual, desde a un  príncipe –pasando por presidentes, ministros, legisladores, artistas y deportistas– hasta al más triste de los mortales.

Quizá a los más vulnerables el virus los ataque antes, pero tiende a ser profundamente democrático. Viene a decirnos que el tiempo de las certezas se nos ha acabado.

Nadie puede comprar una vacuna por más dinero que tenga porque todavía la cura no está disponible. Y no se sabe cuándo llegará, pero es seguro que no será mañana ni pasado.

Varios líderes no la vieron venir y quedaron en orsai y pedaleando en el aire. Justamente son los que más muertes cargan ahora sobre sus espaldas. No sé si también en sus conciencias. Italia y España son los ejemplos más dramáticos. Y todavía falta mucho…

Un enemigo invisible nos está suprimiendo de a miles por día sin misericordia.

A veces hasta las guerras se pueden evitar porque es posible pronosticarlas y actuar antes de que la sangre llegue al río. Esta amenaza no: todavía no hay armas disuasivas para un enemigo invisible.

Solo contamos con héroes anónimos que luchan a brazo partido para, por lo menos, disminuir las consecuencias: son un puñado de hombres y mujeres que desde sus puestos en precarias trincheras exponen su vida.

Todo cambió de un día para otro. En el trabajo, en las relaciones, en la familia, en cada hogar, en cuarentena, todos cambiamos menos los tontos que no alcanzan a medir la verdadera dimensión de la batalla que tenemos que dar.

Ellos –los tontos– son payasos que siguen en la calle patoteándonos con sus actitudes propias de descerebrados. No piensan en los héroes que trabajan para salvarlos si ellos mismos fueran infectados.

Por eso debemos cambiar el chip y ser responsables. Crear nuevas formas de vincularnos, sin abrazos ni besos, ni juntadas ni nada por el estilo. Hasta un amor apasionado podría convertirse en una relación platónica. Por ahora... 

Pero tenemos que aprovechar la tecnología para trabajar y a la vez ayudar. Hasta que contraigamos, por fin, el virus de la realidad.

Nos pasó a nosotros, a los que creíamos que nos llevábamos el mundo por delante. Y ahora tenemos tiempo, encerrados por obligación pero también por empatía, para damos cuenta de que podemos romper los moldes.

Un minúsculo e invisible bichito nos mandó a guardar. A reflexionar.

A lo mejor esa reflexión nos lleve a barajar y dar de nuevo para ser artífices del cambio que le hace falta a la humanidad.

No sé si seremos capaces, pero probemos…