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Chile: un país en la incertidumbre y la desesperante pasividad política

Las protestas sociales iniciadas hace una semana en Chile provocaron un estallido social en el país trasandino. Se cobró la vida de 19 personas, miles de heridos y detenidos, saqueos en supermercados y generó la paralización de múltiples servicios

25 de octubre, 2019 - 09:37

La crisis se desató la pasada semana, cuando, por recomendación de un Panel de Expertos del Transporte Público, ente técnico y autónomo, el gobierno del presidente Sebastián Piñera comunicó un aumento del precio en el boleto de metro en la ciudad de Santiago provocando que ascendiera a 1,19 dólares aproximadamente. Dicho aumento se produjo por consecuencia del alza del dólar estadounidense y el precio del petróleo. Desencadenó manifestaciones masivas principalmente protagonizada por estudiantes quienes irrumpían estaciones de metro y buses, produciendo incendios y manifestando su descontento con el anuncio.

Rápidamente el desacuerdo de la población se evidenció en las calles frente a la polarización social y en contra de las diferentes medidas tomadas del gobierno que,  pocos días atrás, había anunciado una serie de reformas (previsionales, laborales, jubilatorias, etc.).

No obstante, cabe mencionar que los problemas no se han producido en los últimos días  sino se venían acumulando tiempo atrás. Es indudable que se trata de jornadas de protestas populares que encarnan el hartazgo de un “modelo neoliberal”.

A esta erupción social pronto se sumaron trabajadores, jubilados y diversas organizaciones, etc., promoviendo diferentes protestas con actos vandálicos, robos a propiedades privadas, incendios en sedes de organismos del gobierno y saqueos en diferentes ciudades del país trasandino en rechazo a las medidas anunciadas por el Presidente.

Frente a la situación, el mandatario emitió un discurso hacia a su país. Pidió perdón y anunció un aumento en las pensiones, la creación de un ingreso mínimo garantizado y de un mecanismo para estabilizar los precios de la luz.

Estas medidas no sufrieron el efecto deseado por el gobierno, sino que, en consecuencia, la situación del descontento social fue agravándose, provocando que el viernes 18 de octubre el presidente Sebastián Piñera declarara estado de Emergencia y decretara el toque de queda para Santiago, Valparaíso y otras ciudades de la región, con el que Gobierno se reserva el poder de restringir o suspender el ejercicio de algunos derechos ciudadanos en virtud de la defensa o seguridad nacional.

De esta manera, Chile lleva seis noches consecutivas con toque de queda, con más de 10.500 efectivos militares y policiales desplegados patrullando las calles y, se promete, aumentará la dotación.

Piñera habló el domingo por la noche rodeado por los altos mandos de las Fuerzas Armadas. Inició su discurso con la frase “Buenas noches chilenos y chilenas. Estamos en guerra…”. Esto dejó estupefactos a muchos ciudadanos chilenos y dirigentes de todos los partidos de la oposición han criticado duramente mediante las redes sociales.

A pesar de que la población se mantiene en las calles durante el toque de queda, se hace notar que la radicalidad del pueblo en la calle es la protagonista de estas jornadas y demuestra la profundidad de la crisis.

Frente esta ferviente situación se hicieron presentes varios países. Por su parte, Michelle Bachelet, como alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la Iglesia y otros organismos internacionales llamaron a entablar un urgente dialogo entre el gobierno y a los manifestantes.

En un informe reciente, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el Banco Mundial, mencionaron que la calidad de vida para los chilenos ha mejorado en las últimas décadas y que este ha sido una de las economías latinoamericanas que más ha crecido en el último tiempo. Pero hay un abismo entre el 10% más rico y el 10% más pobre de su población. Un tercio de los empleados están en trabajos informales, uno de cada dos chilenos tiene poca alfabetización. Y cabe mencionar que los servicios como la educación, la salud, seguridad social, etc., se encuentran privatizadas.

Por otro lado, cabe mencionar que los disturbios en dicho país se gestan poco antes de la Cumbre de APEC que se desarrollará entre el 16 y 17 de noviembre y en la que participaran los grandes líderes mundiales (Donald Trump, Vladimir Putin y Xi Jinping). Y desde el punto de vista geopolítico, los disturbios y la desestabilización en el país chileno son suscitados desde el extranjero.

Por consiguiente, la región latinoamericana en el último tiempo viene atravesando una erupción de olas de protestas y reclamos frente a la crisis social. Teniendo en cuenta el contexto en el que se encuentra inmerso el país, se evidencia que el ciudadano es el único protagonista perdedor frente a esta situación de crisis. Con la creciente incertidumbre es difícil dilucidar qué acontecerá los días siguientes y qué medidas tomará el gobierno para repensar su política interna y externa.