|02/04/20 03:18 PM

Sergio Carrizo, el mendocino que representa a Maxi Meza

Otrora defensor y entrenador, hoy tiene una agencia que se dedica a la representación de futbolistas y entrenadores

02 de abril, 2020 - 15:22

“Nací en el 63, con Kennedy a la cabeza”, cantaba Fito Páez y a Sergio Carrizo también le cae cortita y al pie, porque también nació ese año, entre zanahorias y carnes, como canta el célebre rosarino.

De familia futbolera y artística, Sergio Carrizo se inclinó por la pelota en una casa en donde su viejo Rafa, además de crack en el Huracán Las Heras de mediados del Siglo XX era por excelencia el chapista del barrio y su mamá Coca, aquella amable vecina y ama de casa que crió tres chicos: Además de Sergio, a Marcela (la reconocida vocalista mendocina) y también Fabián, laburante petrolero y cantor. 

Para Sergio, el postre principal en esas tertulias de tangos y fóbal, era su pasión por la redonda. A los 12 lo vino a buscar el Arbolito López (aquel goleador de la Lepra) y se lo llevó a Independiente Rivadavia adonde jugó en 6 ° y 5°. Claro hasta que un día, le llegó el debut en Primera División.  Con 15 años “Me acuerdo que el cura Vergara me decía ‘pibe salí, pibe quedate’. Ese día marqué al Mago Teodoro Fernández que había vuelto a San Martín desde España”, rememora via WhatsApp desde Buenos Aires, adonde reside y en plena tarde de cuarentena.

Lo cierto es que a los 19 jugó para Huracán Las Heras en un torneo oficial de Sub 20 que organizó la Liga Mendocina. De ahí se fue a Jorge Newbery, elenco fundador de la Liga y hoy ausente de los torneos mendocinos. En 1988 jugó como titular en Gutiérrez Sport Club, en lo que fue el primer título oficial de esa institución. “Teníamos un equipo bárbaro: Gustavo Funes, Marcelo Herrera, Frassón, José Guardia, Raúl Albornoz, Mauricio Lucero, el Loco Alonso. Ganamos el Clausura y la final anual, nada menos que al Tomba que tenía la base que ascendió al Nacional B unos años después. Es un orgullo quedar en la historia de ese club”.

Otra de pura alegría. Junto a Trapito Barovero y Meza cuando se consagró Monterrey en la Concachampions.

Años después lo llamaron de un club que quería tener relevancia, de la mano de un conocido medio de comunicación: Barrancas de Maipú. Allí salieron campeones de la Primera C y segundos de la B. Ese año –1994– el penúltimo de los promedios de la A jugaba una promoción contra el segundo de la B. La batalla era entre el histórico Gimnasia contra Barrancas. Y más histórico fue el triunfo de los maipucinos, mandando al Lobo, nada menos que al descenso. Posteriormente por una reglamentación y un hexagonal entre descendidos y tres equipos del ascenso, el equipo del Parque no tuvo que jugar una temporada en la B.

Su paso en el fútbol fue bastante extenso y curioso por cierto. Y él lo divide por etapas. “Ser futbolista fue como la primaria. Dirigir fue el secundario y esto de ser manager de futbolistas es como la Universidad”, detalla.

Concluida su etapa de jugador asumió como DT en Independiente Rivadavia. “Me llamó Ricardo Lilloy para hacerme cargo de un equipo deprimido por una frustración en el Regional. Asumí solo con tres grandes: Sergio Cornejo, Alberto Naves y Juan Carlos Minotto y todos pibes. Nos salvamos del descenso y ascendimos al primer Argentino A. Dirigí una temporada más con un equipo que tenía al Chino Vargas, Daniel Sosa, Alfredo Avila, El Liche y el Turco Lucero, Del Bosco, Antonio y Robindo Payero”.

El derrotero lo llevó por Cipolletti de Rio Negro y luego a San Martín de Monte Comán. “César Bernués, el presidente me ofreció un sueldo que era superior al que yo tenía en un equipo de Nacional B. Y era para la Liga local”. 

En el estadio del Manchester City posando con el delantero inglés Wayne Rooney.

El desafío en el equipo de pocos habitantes, de presencia de ferroviarios le tiró porque además armó un equipo a su gusto. No le fue nada mal allí ya que ascendió al Argentino A con el equipo sureño.

El tiempo del representante

–¿Extrañás dirigir? 

– No. Hay un tiempo para todo. Hoy en otra función he vivido cosas impresionantes. Pero siempre dejo en claro que la escuela de los técnicos mendocinos está a la altura de las mejores del país. Desde el Turco Julio pasando por Alberto Garro, Carlos Montagnoli para acá con las nuevas camadas como el Toti Arias, Ricardo Dillon, el Indio Ortiz los entrenadores locales dejaron su impronta. 

Desde hace años Sergio Carrizo dejó los vestuarios y la pizarra para dedicarse a la representación de futbolistas. En su escudería tiene varios jugadores en las inferiores de la AFA, en Ecuador y también en Huracán Las Heras. Como los platenses Hernán Tifner y Daian García. Claro que su representado más reconocido es el internacional Maximiliano Meza. 

“A Maxi lo conocí de pibe y le advertí cosas de un jugador diferente. Recuerdo que cuando debutó en Gimnasia La Plata, pocos reparaban en él hasta que Gabriel Milito lo pidió. Después muchos me preguntaban cómo era posible que no lo hubiesen advertido. La verdad no lo sé. Fue la manija del Lobo y la había hecho goles a Estudiantes y un gol a River”, recordó Carrizo.

La transferencia al Rojo de Avellaneda fue auspiciosa. El pibe correntino fue la figura del equipo de Holan que ganó la Sudamericana. Su talento y sus goles se fueron a México, no sin antes una negociación dura entre Carrizo con la familia Moyano y Yoyo Maldonado. “Hubo cinco no, hasta que llegó el acuerdo”, cuenta. 

En épocas donde el volante brillaba en el Rojo de Avellaneda.

La transferencia de Meza fue la más alta para el Rayados de Monterrey. Desde aquel 2018 el jugador de 27 años se convirtió en la mejor inversión para los aztecas. Entre los títulos, también el tercer puesto en el Mundial de Clubes. Luego de un partidazo ante Liverpool, el equipo americano le ganó a Al Hilal Saudí por penales.

Hoy por la pandemia, el equipo de Rayados debe jugar la final de la Copa MX frente a Xolos (una suerte de Copa Argentina).

Y también el paso por el seleccionado nacional, con el Mundial de Rusia incluido.

La figurita firmada por el propio Maxi.

Pero esas son otras historias. Detrás de cada movimiento está el mendocino Sergio Carrizo, quien no duda en afirmar que su representado seguirá por ahora en México, más allá que el propio Meza expresó ayer su deseo de volver al Rojo o al Lobo platense alguna vez. 

“Hablo mucho con mis representados. A ellos les manifiesto en privado cómo los vi en la cancha. Creo que ahí, solo para ellos expreso ese sentir del entrenador. Pero hoy mi satisfacción es cuando les consigo un mejor contrato”, cierra Sergio, ese muchacho del 63’, lasherino y trotamundos, a manera de conclusión.