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Leo Luque, vida y obra de campeón

El ex centrodelantero de River y la Selección Argentina, quien reside en Mendoza desde hace años, repasó aquella consagración del 25 de junio de 1978

24 de junio, 2020 - 21:22

Se cumplen 42 años de aquella primera epopeya deportiva que tuvo al país en vilo. Más allá del primer evento mundial organizado por nuestro país, Argentina padecía una sangrienta dictadura cívico-militar que gobernó con terror en aquella época. El fútbol era la principal alegría para un pueblo golpeado y con dos caras: el horror por las muertes y los desaparecidos y el grito de gol en las canchas: “No sabíamos lo que estaba pasando.

Los militares manejaban todo, hasta la información. Pero sí observábamos que había mucha violencia en las calles”, describió tajante, Leopoldo Jacinto Luque, en dialogó con El Ciudadano.

El delantero es voz autorizada para contar detalles del título conseguido aquel 25 de junio de 1978, tras vencer 2 a 1 a Holanda. En total, disputó cinco partidos, marcó 4 goles. Fue una pieza clave en la copa, especialmente en el segundo encuentro ante Francia para sellar el pase a los octavos de final. Se convirtió en la figura del juego. Le hicieron un penal que Daniel Passarella transformó en gol, anotó un golazo y se luxo el hombro, pero siguió hasta el final a pesar del dolor.

No obstante, el santafesino jugó aquel encuentro sin saber que, por la mañana, su hermano había muerto en un accidente cuando viajaba deSanta Fe al Monumental. “Me enteré en el vestuario cuando terminó el partido. Me dolió muchísimo. Después de ese día la pasé muy mal. Mi familia venía verme a la concentración y faltaba Oscar. No me hacía bien, pero fingía mucho para jugar los partidos restantes de la copa”, recalcó el goleador que faltó en el tercer encuentro, ante Italia, que cerraba la fase de grupos y ante Polonia, en el debut de la segunda fase, en el Gigante de Arroyito.

Hace dos décadas que Luque vive en Guaymallén a cuatro cuadras de la Municipalidad. Tiene 71 años, cinco hijos y trabaja como captador de talentos para River Plate, el club de sus amores. En el 2007 la pasó muy mal en la capital mendocina. Sufrió un infarto, estuvo internado en terapia intensiva y al borde de la muerte: “Tuve tres arterias obstruidas al 97 por ciento y muy complicadas. Pensé que me moría”, remarcó. A los 18 hizo la colimba en Salta. Un año después, debutó en Unión de Santa Fe, donde jugó en dos etapas de su carrera. Después, pasó por Gimnasia de Jujuy, Central Norte de Salta, Rosario Central, River, Deportivo Tampico (México), Racing, Santos (Brasil), Boca Unidos de Corrientes y Chacarita. En nuestra provincia dirigió a la Lepra, Deportivo Maipú, Algarrobal, Huracán Las Heras y Atlético Argentino.

Su vida futbolística llamó la atención del director de cine, Matías Riccardi y así vio la luz el documental “Leopoldo Jacinto, Vida de Campeón”, que pudo verse este fin de semana a través del canal Cine Ar.

-Pasaron 42 años de la obtención de la primera Copa del Mundo. ¿Me imagino la cantidad de recuerdos que se le vienen a la cabeza?

-Sí, lo primero es que concentrábamos cuatro meses antes del Mundial para trabajar en la parte física. Mucho trabajo en la previa con el Dr. Pizzarotti, quien falleció en el 2007. El equipo que armó Cesar Luis Menotti trabajaba de memoria. Él había dado varias clases de fútbol para comunicarnos como quería que jugáramos. Lo único que pretendía es que nos preocupáramos por llevar a cabo sus indicaciones y elegir con que botines íbamos jugar, con el par que nos quedaba más cómodo. Recuerdo que los utileros nos ponían cinco pares y elegíamos con cuales salir a la cancha. Los teníamos lustrados y blanditos. Y cuando no lo usábamos, le poníamos papel de diario adentro para que no se sequen...

-Hablando de Menotti, tuvo siempre una relación muy cercana a él. ¿Es cierto que Cesar viajó a Mar del Plata para contarle personalmente que había quedado en la lista definitiva para el Mundial? 

-Sí, yo estaba de vacaciones en la costa con mi ex mujer. Recuerdo que el Flaco había definido la lista con los futbolistas para el Mundial, aunque públicamente no se conocían esos nombres. Internamente, los elegidos no podían ser transferidos ni jugar en sus clubes a partir del 25 de enero porque iban a empezar a trabajar de cara a la copa.

Entonces, aproveché y me fui unos días a Mar del Plata sin saber lo que iba a pasar. Un día salgo a pasear por la peatonal principal y me lo encuentro. Comenzamos a hablar en la vereda y me dice: ´Mañana quiero tomar un café con usted a las 19 en el bar Calis´. Yo paraba en el edificio lindero. Le respondo: ´Está bien, nos vemos a esa hora´. Y él agrega: ´Más de media hora no lo voy a demorar´. Me fui y me quedé pensando en lo que me iba a decir...

-¿Pudo dormir esa noche?

-No, sacaba miles de suposiciones. Me hice el bocho mal. Pensé que me quedaba afuera del mundial. Al otro día, llego al bar unos minutos antes por lo ansioso que estaba y Menotti ya se encontraba sentado en una mesa. Comenzó a hablarme: ´Le quería decir que el 2 de junio cuando debutemos será el capitán o el subcapitán. Y también el centrodelantero titular del equipo. Se lo digo ahora para que se vaya preparando por si le agarra un poco de susto ´. Le agradecí por haberme elegido, pero me quedó la duda de porqué me lo dijo con tanto tiempo de antelación.

-¿Se lo preguntó?

-Sí y me respondió: ´Porque tiene cuatro virtudes que hace a la perfección para lo que pretendo del equipo: movilidad hacía los costados, marcar al stopper en caso de que pase al ataque, ser el segundo posicionado en la barrera en las pelotas paradas y se complementa muy bien con su socio en la delantera, Mario Alberto Kempes…

-¿Le cambió la rutina de trabajo al saber que iba a ser titular en el Mundial?

-Ni bien me lo contó Menotti no se lo dije a nadie, pero estando de vacaciones mi cabeza ya estaba en el debut de la copa y cambié la rutina. Empecé a comer sano. Dormía mucho mejor sin preocuparme por mis hijos porque de eso se ocupaba mi exmujer. Mi herramienta de laburo era mi físico y desde que me enteré pensaba únicamente en rendir bien y mantenerme en forma. Comencé a prepararme desde enero…

-Usted quedó seleccionado en la lista de 22 pero Maradona afuera. ¿Era lógico que Diego se quedara sin mundial o se equivocó el DT?

-Entendí la decisión de Cesar. El día que el entrenador definió a los 22 no los nombró, sino que enumeró a los tres que dejaba afuera: (Víctor) Bottaniz, (Humberto) Bravo y (Diego) Maradona. Éramos 25 los futbolistas presentes previo a una práctica en José C. Paz.

Cuando Menotti decide nombrar a los tres hubo un silencio incómodo. Estábamos en la mitad de la cancha. Algunos sentados en el piso, otros parados. Y el Flaco sentado arriba de una pelota. Después del silencio, se paró y pateó el balón hacía uno de los arcos. Y dijo: ´Vamos a suspender el entrenamiento. Nos vamos a las habitaciones. Se bañan, se cambian y almorzamos´. Recuerdo que Bravo salió corriendo por la bronca que tenía…

-¿Y Maradona cómo reaccionó?

-Se mordía la lengua y se tapaba la cara. Tenía mucha bronca. Puchereaba. Iba caminando adelante mío, lo alcancé y le abracé. Me dijo ´Tenía muchas ganas de jugar este mundial´. Estaba muy nervioso. Le dije: ´Si yo me quedo afuera me tengo que pegar un tiro en las pelotas. Tengo 28 años y será mi último mundial. Diego, vos tenés 18, y vas a jugar tres copas del mundo. Y vas a salir campeón´. No se lo comenté para conformarlo, sino porque estaba convencido de que había una camada nueva de jugadores muy buena. Yo lo quería muchísimo. Es un pibe sensacional. Muy pendiente de su familia y amigos. En las prácticas apostábamos una gaseosa a favor de quién le pegaba al travesaño desde la mitad de cancha. Ganaba siempre él…

-¿Pudo preguntarle al entrenador porque lo dejó afuera? 

-Si, no daba muchas explicaciones, pero me dijo: ´Porque lo quiero cuidar´. Tengo mucho respeto por César. Para mí, fue y es un adelantado del futbol. Si veías jugar a Norberto Alonso, a Mario Kempes, a Ricardo Villa y a José Valencia con más experiencia que Diego, la decisión era entendible. Si hubiese quedado y entraba en algún partido, la rompía y no salía más del equipo…

-¿Era un distinto?

-Sí, yo me peleaba con mis compañeros en las prácticas para defenderlo. Tuve un cruce con Américo Rubén Gallego que lo revoleaba de acá para allá en los partidos. Le dije: ´Negro déjate de pegarle patadas. Pégales a los contrarios. Vas a lesionar al pibe´. Lo defendía. Él jugaba gambeteando a todos. Siempre fue su manera de jugar. Se enojaban por eso. Gallego le decía: ´Pendejo de mierda´. Por su parte, Daniel Passarella se enojaba porque lo hacía pasar de largo y no lo podía parar...

-¿Por eso con el paso del tiempo se llevaron mal Maradona y Passarella? 

-Si. Había pica en los entrenamientos porque se enfrentaban y Diego como a veces era titular lo dejaba mal parado a Daniel. Passarella es especial, es un tipo bárbaro, pero entrenaba a su ritmo. Era un animal entrenando. Muy fuerte y rápido. En velocidad corriendo te sacaba una cabeza de distancia. Por su parte, Maradona practicaba a su manera y varios no lo podían superar en velocidad. Algunos no lo pasaban por temor y respeto. Entonces, había pica entre ellos porque ambos entrenaban fuertes y duro. Vivían compitiendo, pero Menotti no se metía. No decía nada. Era mano dura y buena. No fue una mano dura y mala…

-¿Cuándo habla de mano dura y mala se refiere a Bilardo?

-Carlos tenía muchas cosas malas. Él en Estudiantes hacía ingresar a los jugadores con alfileres al campo de juego para pinchar a los rivales. Fue un buen técnico. Manejó bien el grupo del 86´. Pero no nos olvidemos que en el 90´puso cosas en el bidón para que tomarán los brasileños durante el partido. Lo contó Branco. Son cuestiones de los entrenadores. Yo jugué con River un partido en La Plata ante Estudiantes cuando lo dirigía Carlos. Y terminé con la espalda, parte de la nalga y las piernas rasguñadas por los alfileres. Me fui recaliente. Quería meterle una piña en la cabeza a los defensores, pero me controlé. Yo nunca permitiría esas maniobras. Menotti jamás dijo: ´Péguenle una patada a este jugador. Deben ir fuerte con ese o con aquel´...

-¿Qué les inculcaba Cesar?

- Menotti fue un adelantado en el fútbol. Es una persona creíble y que lee mucho. No se queda quieto. Nos inculcaba que debíamos jugar bien, practicar el verdadero fútbol del Rio de la Plata, el nuestro. Jugar bien significa que antes de perder una pelota por los menos debíamos dar entre cuatro y cinco pases seguidos. No perderla con facilidad. 

Crear muchas situaciones de gol. La idea siempre fue agarrar confianza para ocupar bien los espacios. Mucha movilidad especialmente los delanteros. Buen trato de balón. Arriesgando continuamente. No especulando. Si el equipo logra eso, es difícil que el rival sostenga tu juego y vas a encontrar los espacios. Menotti fue un jugador exquisito por eso pretendía que nosotros fuéramos así. Con él me sentía el mejor delantero del mundo. Siempre trabajando a muerte con Cesar y también con Ángel Labruna cuando me dirigió en River…

-¿Como era la relación del grupo dentro y fuera de la cancha?

-Muy buena, éramos como una familia. Es más, adoptamos una cábala que nadie conoce. Nosotros entrenábamos y concentrábamos en el predio de José C. Paz cuando jugábamos en Buenos Aires. Era nuestro bunker. De ahí partíamos rumbo al Monumental cada vez que nos tocaba jugar allí. El conductor del micro tenía la orden de cambiar de ruta para evitar que los “subversivos” sepan el recorrido. En el micro íbamos cantando canciones de los Bee Gees. Yo me paraba en el estribo, alentando y cantando.

Era pura alegría. Resulta que, en la previa al choque con Francia, nos metimos por una calle, a tres cuadras del predio, donde había un grupo de hinchas esperándonos para alentar. Entre ellos, había una mujer mayor con un cuadro en sus manos de vidrio con la figura de la Virgen de Luján. La mayoría de los simpatizantes cantaban y revoleaban las banderitas. Pero nos impactó su presencia entre la multitud porque estaba en la puerta de su casa levantando y bajando un cuadro como muestra de aliento.

No podía saltar ni cantar, pero se mantenía firme con el cuadro bien arriba y apenas podía levantar sus brazos. Como muestra de ese cariño, repetíamos siempre la misma ruta y pasábamos por donde ella vivía. La saludábamos desde los asientos. Yo desde el estribo y el chofer tocaba bocina. Además, había un jugador del plantel que repetía siempre una frase de cabecera. ´Si está la viejita, ganamos. ¡¡Ahí está!!´, gritaba (Ubaldo) el Pato Fillol. Ella se transformó en nuestra cábala.

Al tercer partido, el chofer quiso cambiar de ruta y le pedimos a Menotti que le diga que no lo haga para mantener la costumbre. La única vez que no salió la mujer de su casa perdimos ante Italia y yo no pude jugar por la muerte de mi hermano…

-Cosas del destino. Usted no jugó y ella no salió a alentarlos…

-Sí, parece mentira, pero así se dieron las cosas. No pude jugar por la pérdida de mihermano. Chocó a la altura de San Isidro en la Panamericana cuando se dirigía hacia el Monumental para ver el partido
ante Francia. Me enteré en el vestuario cuando terminó el partido. Me dolió muchísimo. La pasé muy mal después ese día. Mi familia venía verme a la concentración y faltaba Oscar. No me hacía bien, pero fingía mucho para jugar los partidos restantes de la copa. Los muchachos me llamaban todos los días y los integrantes del cuerpo técnico también. Estuvieron muy pendientes de mí…

-¿Los dirigentes de AFA también?

- No, para nada. La AFA estaba intervenida. Los directivos no me dijeron nada. ¿Vos creés que alguien de AFA vino y me dijo: ´Lo sentimos Leopoldo, estamos para lo que necesites´? Nadie se acercó a decirme algo. Tuve mucha bronca. Es más, mi papá, la mujer de mi hermano y yo hicimos los trámites para trasladar el cuerpo hacia Santa Fe. Nos hicimos cargo del traslado porque desde AFA no se ofrecieron...

-El otro día leí declaraciones de ex jugadores holandeses diciendo que el Mundial estuvo arreglado porque estaban los militares. ¿Qué opina al respecto?

-Son todas excusas porque ellos pudieron haber ganado en el campo de juego. Si pegaron un tiro en el palo faltando pocos minutos para el final del encuentro. No creo que hayan apuntado al palo a propósito para no hacer el gol. Los holandeses nos apuraron mucho en el primer tiempo. El Pato Fillol fue la figura del partido. El holandés que dijo eso fue porque todavía tiene bronca….

-¿Qué hicieron la noche anterior a la final?

-Con Jorge Olguín dormíamos en la misma habitación porque de entrada nos hicimos muy buenos compañeros. El flaco es lo más bueno del mundo. Esa noche nos costó dormirnos por los nervios. Entonces, nos pusimos a leer una revista, charlamos de futbol y de táctica. Menotti pasó a visitarnos tres veces porque no podíamos pegar un ojo. El único que pudo dormir bien fue Daniel Bertoni que estaba con René Houseman. Al resto, le costó dormirse hasta largas horas de la madrugada.

Cesar entraba y hablaba con cada uno sobre lo que tenían que hacer durante el partido. Te tranquilizaba. Al otro día, te dejaba dormir hasta la hora que quisieras. Cuando llegaba la hora del partido, caminábamos por las paredes de los nervios. No me entraba ni un alfiler partido al medio del susto que teníamos…

-¿Se juramentaron ganar la Copa por la situación que sucedía en Argentina?

-No sabíamos lo que estaba pasando en nuestro país. Los militares manejaban todo, hasta la información. Pero sí observábamos que había mucha violencia en las calles. Recuerdo que cuando nos dirigíamos al Monumental, ese día de la final, los militares que secundaban el micro se bajaban de sus autos y de las motos para golpear a los hinchas que interrumpían el tránsito. Había padres que estaban en las veredas con sus niños en brazos saludándonos y fueron golpeados con garrotes por los efectivos. Esa era la parte bruta. No pensábamos que estaban despareciendo chicos, jóvenes y mujeres. Nunca nos enteramos de eso. A nosotros nos llegaban los diarios y no leíamos nada de la dictadura. En la previa a la final, llamé por teléfono a mi familia para que no salgan a festejar si nos consagrábamos porque había mucha violencia en las calles…

-¿Tuvieron miedo de no ganar la copa y que haya alguna represalia hacia ustedes?

-No, a nosotros nadie nos amenazó con que: ´Hay que ganar si o si la final´. Las veces que jugamos en el Monumental estaban Videla, Masera y Agosti. Ante Holanda, en la previa, bajaron al vestuario y nos
dijeron: ´Mucha suerte. Demostremos que los argentinos estamos en condiciones de ganarle a cualquier equipo. Suerte muchachos´. Y se fueron. Había tensión en el vestuario cuando nos hablaron, pero no
pasó de eso. Algunos estaban haciéndose masajes, otros poniéndose las vendas y caminando por el vestuario. Ellos aparecieron, nos reunieron y dijeron esas palabras. Después, cada uno siguió en la suya…

-¿Ustedes viajaban en el micro con militares?

-Si, iban camuflados con ropa de jugadores de fútbol. Eran cuatro: dos iban sentados en los primeros asientos y los otros en los últimos. Los cuatro portaban valijas con matracas importantes. Tenían la función de cuidarnos. Además, nos custodiaban varios Falcon de color verde y motos que iban a la par del micro. No teníamos relación con ellos. Hicimos una reunión en la previa y dijimos: ´Ellos están cumpliendo sus funciones y nosotros las nuestras. No le faltemos el respeto ni los tratemos mal porque nos están cuidando. Vayamos y juguemos´…

-¿Puede ser que hicieron un pacto entre los jugadores?

-Si, es verdad, hicimos un pacto: teníamos que salir campeones y únicamente pensar en eso, en nada más. No nos interesaba otra cosa. Por eso, cuando negociamos antes de la final los premios a cobrar lo
arreglamos en dos días. ¿Sabes por qué? No queríamos distraernos con otra cosa y preocuparnos. Queríamos consagrarnos…

-¿Con quienes negociaron los premios?

- Con un representante de la AFA que estaba intervenida por los militares. El presidente era Alfredo Cantilo (fue designado en ese cargo el 26 de abril de 1976 en el comienzo de la dictadura). Desde la asociación, nos ofrecieron una miseria de plata y aceptamos. Le dijimos: ´Páguennos los que se les dé la gana´…

-¿Usted cómo subcapitán tenía voz y peso en las negociaciones?

-Sí, el capitán era Passarella. Yo, el subcapitán. Después lo sumamos a Osvaldo Ardiles porque tenía varias materias aprobadas de la carrera de Abogado y era rapidito con los números. Los premios los discutíamos entre los tres. Y después le pasábamos el parte a los muchachos. Nos poníamos de acuerdo y les planteábamos la situación a los directivos de AFA.

-Passarella era el capitán. ¿Como se manejaba dentro y fuera de la cancha?

-Hablaba bastante bien y estaba en todos los detalles. Los respetaban mucho. Le decíamos Gaucho, por la forma de caminar. Un tipo muy serio. Y muy atento siempre por si alguien necesitaba algo. Te decía: ´Llámame cuando quieras y para lo que necesites´. Te daba su apoyo y hasta te ayudaba con plata. A un excompañero le prestó dinero para pagar una cuota de su auto…

-¿A qué jugador?

-A Ramon Diaz, cuando estábamos en River. El riojano estaba negociando la renovación de su contrato y necesitaba dinero. Nosotros habíamos cobrado el premio del seleccionado por haber sido campeones del mundo. Vino Daniel y me pidió el cheque para dárselo, hasta que actualice su situación. Me dijo: ´Yo me hago responsable, me lo prestas´. Entonces, le dimos los dos cheques y obviamente después nos devolvió la plata. Así era Daniel, estaba en todos los detalles…

-¿Como está viviendo esta situación del virus, Leopoldo?

-Ahora un poco mejor, pero viví encerrado porque no pude salir ni a la esquina. Me tengo que cuidar mucho porque estoy operado. Tengo tres bypass en el corazón. No tengo síntomas de nada, pero mis médicos me pidieron que no salga de mi casa. Me vi casi todas las series de Netflix. No puedo comer ni un asado con amigos. Suspendí todo. No viene ni el jardinero. Estuve bastante grave del corazón, con riesgo de vida.

-¿Qué le pasó?

-Sufrí un infarto hace un tiempo que me afectó el corazón. Estuve muy cerca de la muerte súbita. Tuve tres arterias obstruidas al 97 por ciento y muy complicadas. Yo nunca fumé. No podía subir las escaleras porque me quedaba sin aire y me agitaba. Y pensé que me había dejado estar físicamente, pero al final fue porque tenía las arterias casi tapadas, producto de una afección pulmonar. Estuve al borde de la muerte. Pensé que me moría. Estaba dirigiendo Atlético Argentino en un partido en Villa Mercedes (ndr por el Federal B) y me agarró un infarto. Por suerte, ahora me cuido estando en mi casa…