12 de octubre, 2020 - 18:34

El tipo de la inmobiliaria vino a eso de las 11 de la mañana, le había pedido esa hora para poder limpiar un poco la cocina y barrer las habitaciones. Apenas entró, dijo que tenía dos o tres compradores ya. Que el frente estaba feo y que me convenía mejorarlo, “a la gente le entra por los ojos y la pintura no te va a costar tanto”. 

Como era de esperar, me tiró la casa abajo y después me dijo para convencerme que la vendiera, que costaba lo que yo quería. Así son de mercenarios estos tipos- “Es más, si tenés un arquitecto o ingeniero amigo decile que te la vea, yo tengo uno si querés”, me largó. Qué cretino, pensé yo, pero a la vez todo lo que me había marcado tenía razón. La casa estaba muy venida abajo. Tampoco estaba tan decidido a venderla. Tenía que volver a hacer números. 

Cuando cerré la puerta, se ve que lo hice con fuerza o no sé qué pensar, me fui a la cocina y empecé a escuchar un ruido, no podía distinguir qué era, algo que yo conocía, pero no sabía de dónde venía, fui al hall y con un poco de miedo vi el ventilador dando vueltas. Hacía 10 años que no funcionaba. Me senté en una silla a mirarlo, y me acordé como había sido la última vez que en realidad no había funcionado. 

Aquella vez estaba tan afectado porque el “Social y deportivo” había perdido, que le dije a mi madre, más bien le supliqué, que no me hablara en todo el día. Me dijo que exageraba como siempre pero no me habló más. A eso de las 9 de la noche me avisó que estaba la cena. Me había metido en la habitación a leer los artículos de las revistas deportivas, la verdad es que el futbol era mi pasión, a pesar que era malísimo jugando. 

Para ir al comedor, el hall de distribución de la casa siempre estaba a oscuras para ahorrar. “¡cada vez más cara la electricidad, y hay que reponer varios focos de ese ventilador- lámpara”, decía ella. 

Ese día, se ve que yo no levantaba mi estado anímico y le dije: “ Dejame de joder, ¡prendé la luz, tacaña, cuánto tiempo vamos a usarla, además hace un calor espantoso!”. 

Yo no era de hablarle así, pero ella reaccionó peor, y me río al recordar esa escena: “¿Sabés qué? ¡prendela, total la va a pagar mongo a la luz!, y tiró de la cadenita que lo encendía con tal fuerza que se desprendió del ventilador y se quedó con la cadenita en la mano, que de paso le pegó en la cabeza.

- Viste, Dios te castigó, por roñosa - le dije riéndome, y le acaricié la cabeza donde se había golpeado.

- ¡Mierda! -dijo y nos reímos- Ahora encima vamos a tener que llamar a un tipo que la arregle. 

- Bueno má, no te hagás problema que el Lucho sabe de esto y le digo.

El asunto es que el ventilador no anduvo más y el Lucho vino, dijo que había que comprar un repuesto, pero fue pasando el tiempo y nadie más se acordó del repuesto y mirábamos muy de vez en cuando para arriba. Y prometíamos ir a comprarlo y nunca fuimos, o lo compramos y después no vino el Lucho, la verdad es que no me acuerdo bien qué pasó.

Hoy anduvo todo el día, lo llamé al Lucho que viene mañana y me dijo que mi vieja me está mandando una señal. “Parece que no quiere que vendás la casa, loco”. 

La llamé a mi hermana. “Flaca, la casa no se vende. Mirá, ya lo llamé al Lucho, ¿te acordás? Le voy a poner una guita que tengo ahorrada, y después hablamos nosotros ¿te parece?”.