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El pibe de los callejeros

Fue uno de los destacados volantes que tuvo el fútbol mendocino. Julio César Donoso, el Cuchila, un hijo dilecto del fútbol barrial que llegó a enfrentar a Maradona, rememora aquellos tiempos en que la rompía con la número cinco del Deportivo Maipú, el Tomba y la Lepra

16 de junio, 2021 - 20:42

Había ido a Argentino, a Murialdo y hasta a Independiente Rivadavia, pero su espíritu anárquico era más fuerte. La rompía en una prueba, pero no había segundas partes. El pibe se hacía la rata a la hora de firmar. Para él era más divertido vagabundear en el cielo sobre los durmientes del Ferrocarril Belgrano o apostar con sus amigos a ver quién “convertía más penales” sobre alguno de los arquitos de la canchita donde hoy se erige el Complejo Julio Le Parc. 

“¡Cuchila, no te vayas, Cuchila vení!”

Don Cortenova, célebre entrenador de las infantiles en el Atlético Argentino, cada vez que lo veía trepado a algún árbol del barrio le decía: “Pibe cuando se baje, lo quiero ver jugando conmigo”. 

No sería aún en esos tiempos de vuelo pájaro, de saltitos de acequia y duelo de figuritas, pero sí años después cuando el legendario Cortenova se había hecho cargo de la Primera del Deportivo Maipú y el Cuchila, ya veinteañero, era un jerarquizado volante de ese plantel.

Mucho antes, a comienzos de los sesenta era el flaco Donoso. El pibe de la calle Alvear, en su Villa Claudina natal. Uno de los más ‘indios’ de la bandita del Carril Godoy Cruz y Patricias Mendocinas, en el San José viejo junto al Tortuga Stancampiano y el Josecito Scanio. 

Su vínculo con el fóbal era en los callejeros. Una suerte de Gambito de Dama de ajedrez que abría juego en todas direcciones: Que un día para El Porvenir, otro para Olimpo, que, para el Simón Bolívar, para Rivadavia… En fin, materia dispuesta para para quien lo invitara a jugar… 

Los pibes de mitad del Siglo XX eran así. Corrían entusiasmados adónde hubiese una cancha y la convocatoria para un once contra once. La felicidad venía por añadidura…

Los tiempos de Baby Fútbol en Argentino. Donoso es el tercer niño de abajo.

Pasó que un día, el Marcelino Valdés, amigo suyo en algún torneo le insistió: ‘Cuchila, déjate de joder. Ya sabemos que te gusta jugar, pero podés hacerlo más formalmente.  Voy a hablar con la gente de Chacras para llevarte allá’.

Lo convenció. De pronto, una de las figuras en los callejeros, cambiaba los torneos amateurs para ir a una Liga Semiprofesional, como era por entonces la Liga Mendocina. No había contratos suscritos, pero era secreto a voces que los jugadores locales cobraban un sueldo para jugar. 

En un partido contra Luján dejó su marca. La rompió, convenció a un tal Bonano que dudaba de sus condiciones por su andar rasgado y patitas flacas. Quedó y jugó en la B para el equipo de la Panamericana. Le echaron el ojo y el Gringo Carlos Sperdutti, por entonces jugador, se lo llevó a Maipú.

Así, el Cuchila de San José, pasaba a ser el Julio César Donoso, la nueva incorporación del Cruzado que venía con chapa de mediocampista, pero podía jugar sin problemas en cualquier puesto. No había hecho inferiores, pero estaba lo suficientemente templado en horas y horas de fútbol barrial, en la contingencia de lluvias, zonda o cualquier factor climático, para estar en Primera. 

“Si jugaste en el callejero no te va a ganar nadie”, dirá Cuchila en la nota. “Yo era hábil, corría y marcaba. Quería ganar siempre, fui aprendiendo. Era ocho, pero en Maipú fui 5 porque Cortenova quería ponerme. El 10 era Mecca y el 8 el Sopa Godoy”. La vacante era la de mediocampista central y ahí jugó. 

Hace años se fue a Europa y comparte su residencia entre España y Alemania, en donde vive su hija y nietos.  Desde Valencia, vía WhatsApp, Julio César Donoso Quinteros, rememora con nostalgia sus tiempos de jugador en la lejana Mendoza Technicolor. 

“Maipú es mi amor. Debuté en el 78’. Hace siete años estuve en Mendoza para visitar a mi hermana que no andaba bien de salud y fui a la cancha del Cruzado. Me puso feliz saber que había sido elegido el mejor 5 en el equipo histórico que votaron los hinchas en una encuesta. Antes de empezar un partido contra Talleres de Córdoba, me dieron una camiseta y ovacionaron. Me emocioné”.

Julio Donoso en un encuentro futbolistico con visitantes argentinos y residentes en España, como Darío Felman.

Aquel muchacho de bigotes setentosos, a lo Bombita Rodríguez, de mucha dinámica, gambas flacas pero que metía como pocos, había dejado imagen única entre los simpatizantes.

Y también para sus compañeros del Cruzado, como Miguel Gravano: “Cuando lo vimos por primera vez decíamos: ‘¿Y este pibe tan flaquito puede jugar?’ Apenas tocó la pelota y fue a un choque nos dimos cuenta que sí y además tenía códigos de un líder positivo adentro y afuera de la cancha”. 

Donoso, con 25 años, se afianzó en el Rojo de banda blanca. Su nombre aparecía seguido en los suplementos deportivos del lunes como el jugador más destacado de la fecha.

“Tuve varios compañeros con los que la pasé bien. Recuerdo un equipo en el que estaba Norberto Mecca, que venía de River, el Trinche Carlovich, el Ñoqui Galeassi. Otro que jugaba con nosotros era el Carlos Pérez (papá de Enzo, figura de River) que en las prácticas la rompía, pero en los partidos no andaba tanto”, dice riendo el otrora volante.

“Era de físico endeble, pero tenía un temple de acero y una personalidad terrible”, acota Gravano, ex delantero durante varios años en el Deportivo Maipú.

Mucho se ha contado sobre la particular personalidad del recordado crack Gitano Carlovich, quien jugó en Independiente Rivadavia y el Cruzado. Cabe decir que el Cuchila Donoso era un buen compinche suyo y no se quedaba atrás en cuanto a llamar la atención como personaje curioso.

“Fumaba como loco hasta en los entretiempos de los partidos. Nosotros no podíamos creer como después corría y metía en los partidos”, recuerda Gravano sobre Cuchila.

El Deportivo Maipú de 1979, con Carlovich.

“Una noche estábamos concentrados en un hotel de Chacras. Hacía un frío de cagarse, que nos obligaba a dormir hasta con el buzo de entrenamiento, porque no se soportaba la temperatura. Claro, salvo para el Cuchila que dormía desnudo porque no soportaba dormir arropado” agrega Miguel Gravano, hoy entrenador en las categorías de inferiores de Godoy Cruz.

En el 80’ fue a préstamo a Independiente Rivadavia, de refuerzo para el Torneo Nacional. Un certamen en el que pese a la jerarquía con que contaba la Lepra, no pudo ganar ningún partido. Les tocó integrar la zona junto a Instituto, San Lorenzo, River, Colón, Platense y Cipolletti.

“Yo había llegado un viernes, entrené un poco y debuté ante River, el domingo. El Nene Fernández que era técnico, me pregunta: ‘¿Usted se atreve a marcar al Beto Alonso? ‘Yo lo marco a Alonso, Maradona y a Pelé juntos’, le contesté”.

Enrique Nene Fernández, quien dirigió también a Gimnasia y fue ayudante del Flaco Menotti en la Selección argentina, le había preguntado a Jorge Sopa Godoy sobre ese jugador que ahora dirigía. Seguramente también se sorprendía que un muchacho tan flaquito tuviera ese temperamento. Y lo puso de titular en varios encuentros.

“Entramos torcidos y cuando empezás así, se hace cuesta arriba. Nos tocó River en el debut en el Monumental. Luque, Passarella, Fillol, Ramon Díaz, Pedro González, Ortiz que fue el mejor wing que vi. Era una selección”.

“El Pato Fillol salía y parecía que el arco medía un metro, porque tapaba todo. Ortiz le pegó un baile al Ratón Giardini, que era el 4. Todos le caían al Ratón porque no pudo pararlo a Ortiz. ‘Lo que pasa es que me venían de a dos por mi lado’, se justificó. Claro yo jugaba de 8 y eso significaba que yo no había marcado. Le digo: ‘no Ratón, lo que pasa es que el Negro Ortiz te pegó un baile tan grande que veías doble’. Ahí todos nos morimos de risa”. 

Donoso volvió a protagonizar otra anécdota jocosa ante San Lorenzo, en un partido que finalizó sin tantos en Parque Patricios.

“Me tocó marcar a un delantero grandote (Mario Rizzi) que cada vez que arrancaba, lo sacaba con el brazo y no lo dejaba recibir. El tipo se enojó y en un cruce me metió un codazo (yo ya lo veía venir) que me bajó el gancho con dos dientes postizos. Cuando termina el partido le mentí al árbitro (Ricardo Calabria), le dije que necesitaba quedarme en la cancha para buscar la cadenita de oro que se me había caído. Me dio cinco minutos. Nos quedamos en la cancha con el Taca Chavero buscando los dientes (risas). La gente estaba recaliente por el empate, imaginate las cosas que me gritaban. La hinchada de San Lorenzo es una de las más ingeniosas (ríe otra vez). Años después, voy pasando por la puerta de la cancha de Huracán y le digo a un amigo: ‘acá hay una planta de dientes’”.

El Tomba y el Diego

“En 1980 descendimos con Maipú y al año siguiente me prestan a Godoy Cruz, que justo había vendido al Bocha Ponce. Junto a mí, llegaron el Polla Narváez (ex Boca de Bermejo), Andrés Molina y René Marlia, a quien conocía del baby de Argentino. Fue otro equipazo”.

En ese '81 con el Tomba, el volante tuvo la ocasión de enfrentarse a un rival de jerarquía: la Selección nacional y… Diego Armando Maradona. Un 4 a 0 para la Albiceleste en el Estadio mundialista de Mendoza. 

“En una jugada le salgo a marcar al Diego que me la tira por arriba de la cabeza y clavó el guadañazo que fue un golazo”, dice al respecto. 

En 1982, el Cuchila Donoso dejó Godoy Cruz y volvió a Maipú que permanecía en la B mendocina ya que en la temporada anterior en un mano a mano notable había ascendido Huracán Las Heras.  El volante volvió por pedido del eterno colaborador Felipe Bellene. “Don Felipe armó un equipazo para ascender con jugadores experimentados de San Martin, Guaymallén, Gimnasia e independiente”. 

El anhelado ascenso se consumó por penales, en la cancha de Talleres, nada menos que ante Gutiérrez, el clásico rival en dos finales dignas de un relato de Fontanarrosa.

La alegría del regreso contrastó con la tristeza de un duelo ante Deportivo Guaymallén ya en la Primera A local.

Julio Donoso intregando el plantel del Tomba en 1980.

“Salimos campeones y la Liga estipulaba que el equipo ascendido podía jugar en la Primera esa misma temporada. En el sexto partido, contra Guaymallén en la cancha de Independiente me cruza el Rulo Flores y me fracturó la tibia y peroné. Fue casual, un accidente. Pero ya no volví a jugar”, rememora. 

Fue el 5 de setiembre en un triunfo de Maipú 4 a 1 al Italiano. 

“Supe que me había fracturado por la reacción de la gente, porque yo no me di cuenta. Una vez en un partido de callejeros, vi como a un muchacho lo fracturaron. Todos sentimos el ruido de la quebradura, pero él no se había percatado. Se levantó, quiso correr y se terminó de romper. Eso me pasó a mí, pero me quedé quieto cuando vi que la gente bajó de golpe de la tribuna. Cuando el medico me preguntó si me había puesto de pie, le dije que no. ‘Menos mal, sino te quebrabas en tres partes’ me dijo”.

Intentó volver, pero ya no fue igual. El Cuchila Donoso, el único que en el mundo debe tener ese apodo, ya no volvió a jugar. 

El anarquista, el pibe de los callejeros, el cinco que corría y marcaba, el duende marginal de San José que fue un insustituible en el Deportivo Maipú, como lo describe Miguel Gravano. El que antiguamente llegaba con los botines en el hombro, dejaba colgada en el perchero la cinco del Cruzado. Quedaban en la memoria aquellos diálogos futbolísticos y sobre la vida, con pibes como el Lucio Ortiz y el Julio Moreno, con Borgna, D’ Giano y el Gringo Sperdutti.

Algunas frases destacadas

- “El Gordo Soria, un vecino, me decía mulita (así llamaban a mi hermano) pero en un partido creyó escuchar Muchila y de ahí mutó a cuchila. No existe esa palabra, fue de casualidad. En el mundo debo ser el único futbolista y persona que lo llaman así”.

- “Cuando fui a Chacras, Bonano que era técnico dice: ‘¡Con esas patitas qué va a jugar ese’”! El Toti Arias que era el capitán y el cinco del equipo le contesta: ‘Ponelo, dale la 5, yo voy de 8, no te vas a arrepentir’”. 

- “¿Cómo jugaba Carlos Sperdutti? Era un buen tipo (ríe) Noo, era rápido y te encaraba. Junto a D’Giano y Cáceres te mataban”

- “Carlovich era un tipo de barrio. Tengo muchas anécdotas graciosas con él, como cuando lo boxeó a Francisco Morillas (ex árbitro de boxeo) porque lo quería echar del hotel”

- “En España hice una asociación para ayudar a los inmigrantes argentinos. Le dimos una mano como a 8000 mil compatriotas. Fundé un equipo que se llama Deportivo Argentino, le quería poner Atlético Argentino, pero un hincha de Godoy cruz no quiso. ‘Pongamoslé Tomba’, me contestó. Así que no fue posible”.