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El Loco Marongiu, el Hugo Orlando tierra adentro

Se llama Pedro Marongiu y en los 60 y 70 deleitaba en el fútbol del norte de nuestro país con sus atajadas y forma de vestirse similar al Loco Gatti

03 de septiembre, 2021 - 09:14

Cuenta la leyenda que Charles Chaplin participó una vez de un concurso de imitadores de su célebre personaje y salió tercero. Que el gran ganador fue el actor y humorista Milton Berle.

Y también se cuenta que el mendocino Raúl Rubilar, camisa abierta de par en par, sudoroso y con la pista musical de “dame fuego”, se contoneaba, comía, bebía y amaba gracias al parecido físico y personificación de Sandro. Tanto que una vez en su oficina de calle Corrientes, el propio representante del Gitano, teniéndolos a ambos de frente no supo identificar quien era quien.

Y así Los Beatles, Pink Floyd, Queen y tantas bandas tienen sus ejércitos de covers, que en vivo por la logística de los equipos de sonido de hoy, en algunos casos suenan mejor que en el modo original.

En el fútbol desde todas las épocas varios jugadores han tenido y tienen como espejo a famosos ídolos del balompié. Algunos con el corte a lo CR7, otros con las medias caídas a lo Houseman, el pelo a lo Kempes o con rulos a lo Diego. Después en la cancha no suelen ser tan iguales, pero la admiración al ídolo se pone de manifiesto en la manera de vestirse o peinarse.

La historia también cuenta que a fines de los 60 y primeros años de los 70’, en Salta y Jujuy hubo un arquero que tributaba a su ídolo Hugo Orlando Gatti. 

Portero en Central Norte de Salta, Juventud Antoniana, Altos Hornos Zapla, la selección jujeña e Independiente de Jujuy (este último club tuvo varios años de inactividad y resucitó en el nuevo siglo), el número uno en cuestión copiaba al dedillo todas aquellas virtudes -y alguna que otra cagada- que hicieron famoso al consagrado ex arquero de Atlanta, River, Gimnasia La Plata, Unión, Boca y la Selección nacional. 

En equipos del interior, pero con la misma pasión que cualquiera por la pelota, Pedro Marongiu, comenzó a hacerse popular en el Norte argentino haciendo “la de Dios” y otras jugadas características del prócer original de pelo largo y vincha. Curiosamente, Pedro también participó en un concurso de dobles de Hugo Orlando ¡Y salió segundo!

Pero aquellos “¡Bieeeen Loco!”, “Bravo ídolo”, que se escuchaban cada vez que Marongiu intervenía con sus manos o pies y su acting bajo y fuera de los tres palos lo acercaban enormemente a su ídolo capitalino.

¿Pero quién era este arquero que fue famoso en el fútbol de aquellas provincias, pero un desconocido para el resto del país?

Gustavo Ruiz, prestigioso periodista de Salta traza un perfil de esa estrella del Norte: 

“Era temerario, pero tenía una confianza y una personalidad única. Descolgaba los centros con una sola mano en los córners por ejemplo. El Loco fue de cabotaje, pero fue un gran arquero”.

Desde Salta, donde reside desde que se afincó a los 21 y a sus 76 años, el Loco Marongiu (maronyi le dicen) goza de muy buena salud.

Marongiu junto a Gabriel Alvarado, fotógrafo de El Gráfico en los 70.

“Nací en Villa Constitución, en Santa Fe. Era tan futbolero como andariego. Donde había una pelota iba yo. Jugaba en mi ciudad con mi barrita o a veces me iba hasta San Nicolás, donde tenía otros amigos como Enrique Omar Sívori con el que jugábamos a las bolitas”, dice Pedro.

Como algún personaje de una novela de Mark Twain o de Humberto Constantini, “Maronyi” vivió a pleno la aventura de ser niño y a percibir el cielo más allá de su pueblo santafesino. Siempre con la pelota como aliada. Así una vez fue a probarse como jugador en San Lorenzo y Rosario Central.

Pero a los 20 años, tuvo un episodio que marcó su vida por distintos motivos.

“Una vez tuve un problema con mi viejo, que era violento y me pegó parece que dé más...  Justo en la esquina estaba un vecino con su camión, listo para salir de viaje. Me preguntó que me pasaba y le conté. ‘Voy a Salta ¿querés venir?’, me dijo. Y me vine nomás”. 

“A mi viejo, lo perdoné. Él se había dado a la bebida y un día maltrató a mi madre. Con mi hermano defendimos a mi mamá y él se fue de casa”, dice. 

Aunque aún no lo supiera entonces, aquel hecho triste con el que buscaba sanar una herida en su joven vida, sería la piedra fundacional de sus nuevas aventuras en una cancha de fútbol. Y de modo casual.

Marcial Acosta, un prócer en el Norte argentino, como arquero y entrenador y con un ojo clínico para detectar talentos lo vio hacer ‘payanitas’ con las naranjas que caían de los árboles.

“Estaba cerca del centro, a la vera de la ruta 35 (en Salta). Me puse a hacer jueguitos con las naranjas en la calle. Se me acerca un hombre y me pregunta si juego al fútbol. Le conté que me había probado en Central y San Lorenzo. ‘Chango, la semana que viene, vuelva para acá que le vamos a tomar una prueba para Central Norte’”. 

“Volví a la otra semana, me pelotearon no más de 20 minutos y Acosta me dice ‘usted se queda’. Debuté en un amistoso contra Unión de Santa Fe, que tenía a Victorio Cocco entre las figuras. Eso fue en el año 66”, rememora.

Su vida deportiva comenzó en serio. Alternaba con Jorge Cuadra, un histórico arquero del Cuervo norteño.

“Cuadra era el titular, se lesionó una vez y agarré la titularidad. Jugué en la Liga, varios regionales también. Incluso una vez lo enfrenté al Víctor Legrotaglie de ustedes”, cuenta Pedro, aun asombrado por la entrevista de un diario mendocino.

¿Ustedes cómo supieron de mí? nos pregunta el ex arquero en medio de la charla. Le contamos que fuera del mundo Google, por una foto en la que aparece posando junto a Gabriel Alvarado, recordado fotógrafo salteño de la Revista El Gráfico. Allí se lo ve a Marongiu con su inequívoca pose de jugador setentoso. 

Gustavo Ruiz, cuenta que el Loco se marcó el gol más tonto. “Jugaban Central Norte contra Libertad en la cancha de estos últimos, cerca de la estación de trenes. La pelota estaba blanda, sale un córner y el Loco la atenaza con una mano. Toma envión para sacar rápido y con el mismo impulso se le escapó la pelota. Fue gol”. 

Junto a uno de sus hijos en un día de recreación.

“Los rivales se le burlaban y Marongiu en vez de enojarse, dirigía con sus manos los cánticos contra él, despertando la idolatría de los suyos”, añade.

Así como sufrió ese blooper también hay historias épicas con las que contribuyó a que Central Norte, uno de los elencos más populares de su provincia se consagrara campeón de la liga salteña en varias ocasiones.

Frente a frente con su ídolo

Por esos tiempos, en el arco de Gimnasia La Plata un arquero empezó a llamar la atención por su forma de atajar y de vestir. Y también por protagonizar la propaganda de una famosa bebida espirituosa en la que un locutor en off decía: “¿Quiere tener smowing?” 

Esa imagen fue un muy fuerte y esclarecedora para el portero quien comenzó dejarse los pelos a lo Beatle, a usar bermudas y a jugar como el célebre Hugo Orlando Gatti.

Estos personajes encarnan misterios y leyendas. Así como se tejieron cientos de historias con el Trinche Carlovich y su famoso caño de ida y vuelta o el mismo Víctor en Gimnasia de Mendoza, Pedro Marongiu también encarnó historias que no están escritas pero que pertenecen el mito popular.

Así la leyenda dice que, en un amistoso ante Boca, el Tano Nicolás Novello cuando lo veía adelantado, hacía apuestas con el Muñeco Madurga para ver si le clavaban un gol desde mitad de cancha al extrovertido Loco. En otro amistoso ante River, se sentó en el arco cuando iban a patear un córner despertando las risas de los espectadores en el estadio de Central Norte.

El mito urbano, señala que un día estuvieron frente a frente, el ídolo y su discípulo. Hugo Orlando Gatti ocupó el arco rival de Central Norte y Pedro el del entonces arquero de River, solo por unos instantes…

Montado en un elefante blanco y negro

Central Norte caía en semifinales ante Sportivo Guzmán de Tucumán por el viejo Regional que daba un pase al Nacional, pero la buena performance de Marongiu hizo que varios clubes se interesaran en él. 

El que ganó la pulseada fue Altos Hornos Zapla, el Elefante Blanco y Negro de la ciudad de Palpalá que se lo llevó a Jujuy. 

De pronto sus compañeros de Palpalá y la selección de Jujuy fueron testigos directos de sus “locuras”. 

“A los militares no le gustaba mi forma de vestir. Me ponía pantalones colorinches y un buzo tipo rugby. Y se asustaban cuando salía a jugar afuera del área. Eso era novedad acá, como salir a cortar el juego a 40 metros del área. La gente me quería por eso”, afirma Pedro quien daría rienda a su histrionismo en partidos oficiales o algún eventual amistoso.

Su ex compañero de Zapla, Hugo Sapo López lo describe así: “Era un Loco lindo, jugaba mucho afuera del área. Nos cagábamos de espanto porque era raro ver un arquero que jugara tanto con los pies. Lo recuerdo como macanudo, muy jodón. Vivía como jugaba, era feliz jugando”. 

La selección jujeña en un duelo en Salta. Marongiu es el último de arriba.

“Era loco, pero tenía conducta, se cuidaba. No chupaba, ni fumaba, era muy profesional”, añade el Sapo quien era el 8 de Zapla y también jugó con Marongiu en la selección de Jujuy en el viejo certamen Beccar Varela.

“Marongiu; Pichicho Reinoso, Lazarte, el Negro Alliers, Villafañe, Zapata, López, González, Pedernera, el formoseño Caballero”, así formábamos agrega López.

Como un Tom Sawyer, o Huckleberry Finn, Pedro cruzó la frontera junto a la selección provincial. “Me hicieron disfrazar de Gatti en el Hernán Siles. Salieron diez jugadores y último yo vestido con los colores de la bandera de Bolivia”, afirma el Loco Marongiu para acrecentar su fama de personaje.

En Zapla se hace cargo de la presidencia el coronel Fabrizzi y el club experimenta un impulso inédito. Contratan al Piojo Yudica que logra el título de la liga jujeña, la clasificación al Regional y luego al Nacional. Pedro fue parte del plantel en un comienzo, pero se fue a Independiente de Jujuy. En 1973, vuelve definitivamente a su provincia adoptiva, Salta. 

Juventud divina Antoniana…

El Gitano Juárez, recordado jugador rosarino, un bohemio total, dirige Juventud Antoniana y allí firma Marongiu, ex Central Norte. Es uno de los futbolistas que engrosa la lista de los que vistieron las camisetas de los clásicos rivales de Salta la linda.

Se suma al plantel que disputa el Nacional de ese año y que tenía a futbolistas como Ricardo Aniceto Roldán (Pasó luego por Colón) Pablo de las Mercedes Cárdenas (Jugó en Racing y Unión) y Sergio Apolo Robles (Newell’s, Boca y Gimnasia de Mendoza), entre los más conocidos. El Loco actúa en un solo encuentro ante Cipolletti, reemplazando al portero titular en un partido que finalizó 5 a 0 a favor de los sureños. Marongiu recibió tres goles. 

Estuvo en el banco la mayoría de los encuentros, entre ellos el que los antonianos disputaron contra el Atlético San Martín, en el Feliciano Gambarte.

De Antoniana se fue al Sportivo El Carril. Fue su última profesión de fe en el fútbol. La familia se había agrandado, tenía a su esposa y cuatro hijos y si bien era feliz en una cancha de fútbol, aquella transferencia grande con la que íntimamente soñaba nunca se le dio. 

Se dedicó a un oficio muy preciado en nuestro país, el de parrillero. Aquellas hábiles manos que atenazaban envíos de José Daniel Valencia, Luñiz, Palomba y otros jerarquizados atacantes del Norte ahora agilizaban el juego de las brasas o hacían tiempo para que el asado saliera a punto. Tal como en sus tiempos de arquero seguía cosechando aplausos, esta vez en calidad de asador. Hasta la famosa residencia de Carlos Menem en Anillaco supo de su calidad de parrillero.

En una ocasión volvió a atajar, fue en un viaje de Amadeo Carrizo a Salta. Se abrazó con el histórico arquero millonario, pero también se dio el gusto de conversar animadamente con el Flaco Poletti, aquel viejo portero de Estudiantes. Fue la excepción, porque no va más a la cancha. 

“No, no voy. No quise ser entrenador y ninguno de mis hijos quiso ser jugador. Pero sí amo el fútbol y si naciera otra vez volvería a jugar”, dice Pedro Marongiu haciéndole la de Dios a su ayer en un campo de juego. 

No hizo fortunas ni tuvo fama internacional, pero dejó huella en sitios en donde el fútbol tiene su propio codificado: canchas llenas con aroma a pueblo, laburantes del algodón y la caña de azúcar que les cuesta llegar a fin de mes, viejitos del bar con su empanada y el infaltable vasito de vino. 

El doble de riesgo, el Loco, el de la vincha, guarda en su memoria ese tiempo feliz y los gritos de una popular con su nombre.

Agradecimientos a la familia Marongiu, Alvarado y a los periodistas Dardo Rodríguez (Jujuy) y Gustavo Ruiz (Salta)