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Chapeau Vilas: a 43 años del día que conquistó Roland Garros

Tal vez hoy más que nunca Guillermo Vilas será recordado como un grande entre los grandes. Porque hace 43 años conquistaba Paris y se transformaba en el tenista argentino más influyente de nuestro país, al ganar su primer Grand Slam. Nada menos que un Roland Garros.

05 de junio, 2020 - 18:36

Fue el 5 de junio de 1977 cuando tocó por primera vez el cielo con las manos. En una tarde nublada y ventosa en el Court Central, hoy en día conocido como el Philippe Chatrier, derrotaba a Brian Goffried por 6-0, 6-3 y 6-0 es un estadio con 15 mil aficionados. Esta final está primera en el libro récord de la ATP con la menor cantidad de games disputados, tan solo 21, y considerada la más corta de tenis mundial, con una hora y tres minutos de juego.

No obstante, ese año para Vilas fue soñado: llegó a la final del Abierto de Australia, ganó su primer Roland Garros, obtuvo 16 títulos en una temporada y, además, logró 134 triunfos en 148 presentaciones.

A partir de su primer abierto, su popularidad creció. Fue el gran precursor del tenis argentino en el mundo. Vilas “inventó” un deporte en Argentina porque antes de su aparición eran pocos los aficionados al tenis en nuestro país. No hay estadísticas oficiales de la época pre-Vilas pero se habla de unos 50 mil jugadores aficionados. Desde 1974, se iban incrementando los seguidores de este deporte. Tres años más tarde, en el pleno boom de su carrera, nuestro país alcanzó casi 2 millones de jugadores entre amateurs y profesionales. Es más, hasta ese momento era un deporte de elite. A partir de ahí, lo popularizó y lo llevó a todo el mundo. Hoy, es el segundo deporte más practicado de Argentina.

Pero para ganar su soñado y primer Grand Slam, Vilas debió atravesar varias barreras:

El dolor anímico. Días antes de llegar a París, había perdido en segunda ronda en el Máster Mil de Roma contra Zelko Franulovic en una superficie sobre polvo de ladrillo. Esa derrota sorpresiva fue muy dolorosa porque se había preparado intensamente para ese torneo. Nunca imaginó que se iba a despedir tan pronto de la capital italiana. Pero se repuso animicamente y llegó a París con el tiempo necesario para preparar hasta el último detalle el asalto a Roland Garros.

La primera decisión que tomó fue abstraerse por completo y viajar cuanto antes a Francia. La intención era recuperar la confianza. Junto a su entrenador, Ion Tiriac, eligieron un lugar exclusivo para entrenarse en las afueras de la capital.

Un tiempo después, el mismo Vilas reconocía: “Me convertí en un ser aislado esas dos semanas, logré un nivel de concentración que pocas veces volví a conseguir”, remarcó, sabiendo que tenía que actuar distinto tras haber sido subcampeón en Australia contra Roscoe Tanner y dos años antes haber quedado en la puerta de ganar Roland Garros perdiendo la final con el sueco Björn Borg.

Entonces, el marplatense se preparó a conciencia desde el mismo día de su arribo a la capital francesa. “No venía con mucha confianza, pero un día le metí tres globos con top a Tiriac en una práctica y me empecé a relajar”, recalcó una vez instalado en la capital francesa.

Bajar de peso. Fue su segundo objetivo en tan poco tiempo. Durante su estadía en París, Vilas se alojó en la habitación 570 del hotel Sofitel Sevres, donde vivió pura y exclusivamente en función de Roland Garros. Llevó a cabo una puesta a punto rigurosa y precisa en todos los detalles. Una dieta estricta que le hizo perder tres kilos (de 77 a 74). Para eso, mantuvo una costumbre que no tuvo en otras ciudades. Una vez terminadas las prácticas, pasaba por la estación Mateo, el restaurante del club donde entrenaba, para alimentarse con lo justo y necesario. Se alimentaba de manzanas verdes y pescado, porque suponía que, si bajaba tres kilos hasta alcanzar los 74 del boxeador argentino Carlos Monzón, su cuerpo se volvería más rápido.

No obstante, sumó cuatro horas de entrenamiento todos los días, dormir mucho, nada de teléfono ni de cine que pudieran distraerlo. De esta manera, el argentino ganó en concentración, cambió su estilo de juego y convirtió la pérdida de peso en velocidad. Un sacrificio enorme, pero el zurdo lo asumió con toda su fuerza de voluntad, convencido de que los resultados llegarían.

Buscaba inspiración en la lectura. Por las noches en el hotel donde descansaba tenía la particularidad de buscar concentración e inspiración en las letras. “Siempre me gustó leer y llevaba libros en todos los viajes. Los dejaba en la mesita de luz y leía cuando volvía de los partidos. No solo a Rimbaud, también leía a Servan-Schreiber, Gibran, Neruda, Vinícius de Moraes, Artaud... Todos me inspiraban, al igual que Krishnamurti”, declaró en su momento.

Vilas fue tan inteligente en su manera de prepararse para los partidos que aplicaba metáforas en la cancha y también las depositaba en su diario junto a las impresiones deportivas. “Escribía bastante sentado en los pasillos del estadio de Roland Garros, cuando se iba la gente. Escribía de todo, cosas técnicas y personales. Aquello que veía bien o mal en un partido iba directo al diario, para tener referencias en el futuro. En el 77 fue uno de los años en que más escribí”, se sinceró, aunque habría que agregar que fue su mejor temporada en la que conquistó 16 de 62 títulos en su carrera.

Un torneo casi perfecto. Habría que ser muy exigente para no decir que fue perfecto su performance en París, pero el marplatense perdió un set en sus siete partidos que lo coronaron por primera vez de un Grand Slam. El resto es historia conocida. Triunfos ante el yugoslavo Franulovic (6-1, 6-2, 6-4), el chileno Belus Prayou (2-6, 6-0, 6-3, 6-0) -el único que le sacó un set-, al sudafricano Bernard Mitton (6-1, 6-4, 6-2), al estadounidense Stan Smith (6-1, 6-2, 6-1) al polaco Fibak (6-4, 6-0, 6-4) y al mexicano Raúl Ramírez (6-2, 6-0, 6-3) en las semifinales. Faltaba solamente un paso para la gloria. Superar al estadounidense Brian Gottfried, a quién había superado en la Copa Davis, unas semanas antes.

Aquella final todavía tiene el récord de menor cantidad de games jugados: sólo fueron 21, producto de una contundencia abismal de Guillermo Vilas, quién tras el partido declaró: “Dos horas antes de la final sabía la táctica que iba a utilizar:

correr, correr y correr. Jugué totalmente perfecto aquel día porque sabía cómo molestarlo”.

Ese día, el marplatense había hecho realidad su sueño. La leyenda había empezado. Pero no pudo festejar mucho porque al día siguiente se levantó muy temprano para viajar a Londres a otro torneo, no tuvo tiempo para celebrar ni descansar de las exigencias del éxito.

Siguió sumando victorias, llegó a 53 seguidas sobre polvo de ladrillo. Dos meses después ganó el US Open (vs. Jimmy Connors), el segundo de sus cuatro títulos de Grand Slam. Y también terminó la temporada con un récord de 134 victoria, 14 derrota en 148 partidos, Luego en el 78´y 79´gana el abierto de Australia.

43 años pasaron de esa hazaña histórica para un deportista que con 24 años logró un gran paso hacia un camino plagado de éxitos. No sólo se había convertido en el primer argentino en ganar el certamen, sino que era el primer latinoamericano en lograr algo así.

¿Pero que le faltó en su carrera? Solamente ganar Wimbledon, el único gran torneo que jamás conquistó un argentino.

Chapeau, Vilas.