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Carlos Rojas, del área de los recuerdos

Desde Chile, donde reside desde hace varios años, el ex defensor repasó su trayectoria vinculada fundamentalmente al Lobo del Parque

09 de julio, 2020 - 11:39

En esa zaga central, de los recuerdos de Carlos Rojas, están en la misma línea su viejo Carlos, Américo Sesti, Daniel Sosa, el Chupete Badía, el Chueco Vicino, Amador Arrieta, el Víctor, Ramos Delgado, los Boli Stones. Las mañanas frías en la plaza San Martín esperando el micro de las inferiores de Gimnasia para ir a jugar a Palmira, Luján o la cancha del Chacarero.

Y porque no armar otra línea de memoria con el Búfalo Funes, los viejos nacionales, los duelos ante la Lepra desde inferiores y las no transferencias. “Me cortaban la carrera”, dice hoy. 

Allí desde Viña del Mar donde reside, Carlos Rojas, aquel célebre defensor del Lobo del Parque en los 80 la devuelve de primera hacia cada sitio por el que pasó y dejó huella. Allí donde su barrio natal, el populoso Gomensoro, en la aventura diaria en la Línea 16 para ir al Parque. En su breve pero inolvidable residencia en la Candela de Boca Juniors donde hablaba en lenguaje de pibe con el arquero Genaro, el Cabezón Ruggeri, Ivar Stafuza. Y aquel ¿que pasó con el mendocino? Luego que no lo volvieran por allí en ese año 79’. Y después consolidado en la defensa del Lobo, las idas y vueltas: La Paternal, Pedal, Monte Maíz, Murialdo, el Deportivo Maipú y Boca de Bermejo.

Carlitos la para de pecho y sale jugando desde el fondo de su memoria. “Jugaba en la liga Cacique, en la selección de Femefa. Me llevaba el Gordo Giotto. Jugué para San Lorenzo, Águilas Negras en grandes equipos del fútbol Amateur. Yo tenía 15 años y ya estaba en las inferiores de Gimnasia”.

Vuelve a levantar la cabeza para el rescate emotivo. Durante mucho tiempo fue parte del mundo Gimnasia. Cuando los equipos salían de corrido, con esos Reggi, Montivero, Badía, Vicino, Morán, Avendaño, Quintana, Zolorza, Cochina Olguín, Castellino, el Panza Videla, Daniel Sosa y tantos otros que fueron protagonistas del fútbol mendocino de los 80.
Como en sus tiempos de defensor, Carlos la toca de primera.

“Mi viejo había jugado en Argentino (fue campeón en el 59) y por ello me llevó a ese club a los 8 años. Pero había tantos pibes sentados en la tribuna de esa cancha de baldosas, que el entrenador José Ruarte le dijo a mi viejo: “hay muchos niños acá, no va a tener oportunidad de jugar”. Fue una pequeña desilusión, yo quería jugar allí, pero bueno todo se calmó cuando mi viejo me llevó a la cantina del club que atendía un señor de bigotes (el León) y me compró un sándwich con una gaseosa. Es increíble que me acuerde de eso”.

-¿Después de ese fallido paso por Argentino vas al Lobo?

-Sí. Por un pariente de mi viejo, el negro Arrieta. El día que llegué, Arrieta juntó a los nuevos en la mitad de la cancha y nos llamó a uno por uno. Te tiraba la pelota para arriba, depende como la bajabas te ponía en uno o en otro sector de la cancha. Ahí sabía el dominio o las condiciones que tenías, El por si la dormías al lado del pie o no, se daba cuenta del dominio o las condiciones que tenían para jugar. El buscaba jugadores de buen pie. A los que no les convencía, los agarraba a los padres y les decía: “yo no quiero hacerle perderle el tiempo a usted, llévelo a otro club”.

“El Mona García, Radrizi y Amador eran el eje de las buena inferiores en Gimnasia”.

-¿Qué te acordás de esos tiempos de inferiores?

-Lo sacrificado que era. Los de la séptima llegábamos los domingos a las siete de la mañana a la Plaza San Martín para ir a Palmira por ejemplo. Tengo fotos de mi familia haciéndonos el aguante en la tribuna junto a la de otros chicos, compartiendo mates o café para atemperar fríos. Antes se seguía mucho a las inferiores, por toda la provincia. Se daban todas las condiciones para pasarla bien porque a nadie se le ocurría ir a la tribuna a insultar o gritar. Y si alguien lo hacía, las otras familias lo frenaban. Era otro fútbol; terminaba el partido y te daban una bebida con un sándwich, un chocolate, o mate cocido. Así eran las inferiores, una camaradería impresionante”

“Me acuerdo que una vez contra Argentino saltamos con Willy Ferré y el cayó mal y se fracturó. Me quería morir, él después declaró que fue casual”.

-¿Con quiénes arrancaste jugando en infantiles?

-Jugaba desde el Baby junto al Panza Videla, Hugo Astudillo, Hugo Salguero, Coca Jaure, el arquero Toledo, Pinino de Godoy Cruz, el Daniel Sosa, el Cochina Olguín, Avendaño, Caliri, Hugo Guzzo. Jugamos un torneo en Talleres y ahí se conformó una base con los que llegamos a Primera. 

“A mi entender es una pena que no todos los chicos de inferiores lleguen a primera. Esto no era solo en Gimnasia sino en todos los clubes de Mendoza. ¿Hace cuánto que no se ve una selección mendocina? Antes yo conocía a todos mis rivales porque los enfrenté durante años como Frassón, Marcucci, Cloquell, el Bocha Ponce, Andino, Quintana, Ocampo, el Willy Molina. Para nosotros además de Independiente, teníamos linda rivalidad con San Martín y Argentino. Hoy es más fácil traer jugadores todos los años que apostar a las inferiores, como fue siempre.

-¿Cuándo te tocó debutar?

-A los 17, en un torneo vendimia en la cancha de San Martín, de noche. No había buena luz. Me acuerdo que hubo una definición por penales y me tocó patearle a Raúl Tamagnone, yo no era de patear y me lo atajó. Fue mi primer y último penal, nunca más pateé (risas). Jugué 17 años en Primera.

-¿Jugabas de seis por entonces?

- Sí, también de marcador de punta, de cinco, de lateral derecho. Alternaba con Badía y Vicino. Después hicimos dupla con Daniel Sosa, en una defensa que completábamos con el Cuta Moran y el Coya Montivero. Salimos campeones en el 80, 81, 82, 83.

-¿Cuál era la virtud de ese Gimnasia?

-La base que teníamos. Los técnicos que teníamos eran de pocas palabras, porque éramos una orquesta y sabíamos que música teníamos que tocar cuando entrábamos a la cancha. La columna vertebral la teníamos empezando desde atrás con buenos arqueros como Reggi o Rodríguez. Variábamos un poco arriba.

-Y tuvieron a un monstruo como Juan Gilberto Funes ¿qué recordás de él?

-Fue algo extraordinario, lo tuvimos poco pero lo disfrutamos cien por cien. El no se no daba cuenta de la dimensión que tenía como jugador. Era un niño, le gustaba jugar descalzo, divertirse en la cancha, nunca se sintió un profesional. Los dirigentes de Gimnasia lo vieron en un regional para Huracán de San Luis y allí lo compraron. Su contextura era inmensa. Una sola vez me tocó enfrentarlo, en un amistoso contra Ríver en el estadio, choqué con él, me tembló hasta la dentadura (risas).

“Una vez jugábamos un partido en el Chaco y estaba peleado con el Victor (el entrenador) por eso no iba a viajar. Cuando pasamos con el colectivo por San Luis pasamos a buscarlo por su casa para convencerlo que se viniera con nosotros. Nos hizo pasar a su casa y en el patio ¡tenía atado un Puma!, no lo podíamos creer".

-¿Qué otros jugadores fueron difíciles de marcar?

-Guillermo Trama, el petiso Naves; ya me empezaba a doler la cabeza en la semana cuando sabía que tenía que enfrentarlo. Yo saltaba bien, pero Naves saltaba de forma impresionante, no lo veías cuando se te desmarcaba, se te daba vuelta, era muy complicado de marcarlo.

-¿Casi estuviste a punto de jugar en Boca?

-Sí en el año 79’. Yo era muy amigo de la familia Salguero, de Hugo y Carlos, quien estaba en Boca y gestionó mi llegada. A la semana estaba entrenando en la tercera junto Stafuza, Córdoba, Lúquez y Acevedo. Comencé a hacer los trámites porque Boca quería que me quedara. Inclusive hasta el intendente del club hizo gestiones para que hiciera el servicio militar en Granaderos, ya que mi destino iba a ser Infantería de Marina en Puerto Belgrano. Estaba feliz hasta que llega la notificación de Gimnasia que le pedía 40 mil dólares a Boca por mi pase. No hubo acuerdo, pero Boca ofreció jugar un amistoso en Mendoza y que la recaudación quedara para el club, para que se hiciera la transferencia. Pero tampoco hubo acuerdo porque iba a presentar solo siete titulares y Gimnasia quería a todo el plantel. Ya llevaba tres meses en la Candela, e inclusive dos meses jugando con otro carnet en la tercera (risas). Jugué con el Pantera Rodríguez, Suñé, que los bajaban a la división cuando se lesionaban, con Gareca, Perotti, el Potro Domínguez. El técnico se llamaba Román que era ayudante del Toto Lorenzo.

“Lorenzo era fiel a utilizar a jugadores experimentados, pero nos miraba de reojo.  A veces jugábamos amistosos entre la tercera y la primera y Lorenzo me decía cosas. Por ejemplo que tratara que el balón no cruzara toda la cancha y como usar los brazos cuando saltara a cabecear".

-¿Te acordás con el carnet de quien jugabas?

-No, no me acuerdo que nombre tenía, solo sabía que era de Entre Ríos (risas)

-Igual pese a todo casi te quedás en Boca ¿no?

-Sí, porque Boca mando a pedir el pase a la Liga, había por entonces un cuestión reglamentaria que si al cabo de un mes no se contestaba ese pedido de pase, el futbolista pasaba a ser de quien lo solicitó. Pero Gimnasia fue advertido y ahí sí no se hizo. Me acuerdo que eso salió publicado en el diario El Andino.

-¿Te quedó la espina de no jugar en Boca?

-Y claro que sí. Me acuerdo que también estaba el cabezón Ruggeri que me decía después: “mendocino, antes que yo estabas vos, las posibilidades eran todas tuyas”. Me parece que Gimnasia nunca tuvo la sapiencia de manejarse conmigo. Deberían haberme a préstamo, para luego venderme.  Se que cuando me fui varios preguntaban: “¿qué pasó con el mendocino?”.

-¿Lo mismo te pasó en Argentinos Juniors, años después?

-Sí, sí. Fue singular, nos mandaron a pedir con el Colchón Herrera, nos dieron los pasajes y hasta que renunciáramos a un porcentaje por el pase. Aceptamos todo y así nos fuimos a Buenos Aires. Jugamos varios amistosos y cuando llega el momento de arreglar me dice un directivo de Argentinos: “Herrera sí, Rojas no”. Pregunto y me contestan que me habían tasado muy alto. “Con esa plata compramos tres jugadores de más experiencia”. 

-Otra a vez a Mendoza.

-Sí, sí. Jugué, me consolidé en el equipo y fui parte de los Nacionales con el club.  

“En esos torneos nos faltó ser más profesionales, tener mayor logística. Por ejemplo viajábamos a Jujuy y no teníamos bolsos, nos daban las vendas y eran retazos de tela para hacer el cielo raso. La ropa que mandaban nunca nos llegaba, fallábamos en esos detalles que hacen a una conducción verdaderamente profesional.

“Me acuerdo de un partido contra Argentinos en Ferro, jugaban Ereros y el Panza Videla para ellos. Jugué de marcador de punta ese día, merecimos ganar, pero la dinámica y el alto del césped nos mataron y perdimos 3 a 2. Nos dirigía el Victor Legrotaglie".

-¿Cómo era ser dirigido por el Víctor?

-Era un personaje total. Antes de un partido te decía “el rival de hoy es como enfrentar a Casa Arteta”. El Víctor era un anexo del plantel, era un hincha adentro del camarín, te traía músicos  amigos suyos que tocaban tango, a los del Tony Chancletin. Y ojo cuando te nombraba capitán ¡Al partido siguiente te sacaba! Por eso nadie quería agarrar la capitanía (risas).

-¿Y otros entrenadores?

-Jorge Julio era un fenómeno, muy vivo. Lo mismo el Nene Fernández, que era amigo de Menotti y tenía esa sabiduría rosarina y Juan José Pizzutti. Pero el mejor que tuve fue el Negro Ramos Delgado, cuando jugué un regional para Maipú en el 85. Una calidad para expresarse en lo futbolístico y en lo humano. Además teníamos un profe (Castelo) que me hizo trabajar como nunca, no se había visto un laburo así nunca. 

“En Maipú hicimos un gran equipo, pero nos eliminó un equipo de Santiago del Estero (Güemes) Fuimos con Maladot, Carlos Rodríguez y Quintana y estaban el Pollo Murcia, Marabelli, Soto, Fóppoli, Gauto”. 

“Debutamos perdiendo contra Argentino en San José. A mí me me echan apenas empezó, por un tumulto aunque al único que vio el árbitro (Borrelli) fue a mí”. 

-¿Cómo siguió tu carrera?

-Vuelvo a Gimnasia, salimos campeones en el 86, aunque nos perdimos la chance de ir al Primer Nacional B. Me acuerdo que le ganamos al Argen-Racing 2 a 0 en un partido que el Mudo Castellino estuvo imparable. En una jugada chocamos con Miguel Colombatti que quedó tendido. Me levanté preocupado porque pensé que yo lo había lesionado y ahí me dice que estaba jugando lesionado. 

“El Mona García luego me lleva a la liga de Monte Maíz, en Córdoba en el 91, luego estuve en Sporting de Corral de Bustos, donde tuve de compañeros al Twitty Carrario, que era jovencito y Jorge Desio, el que fue ayudante de Sampaoli". 

“Antes con Gimnasia habíamos perdido la final contra los sanjuaninos para ir al Nacional B. Después el club nos separa del plantel, por una huelga que se hizo para que se profesionalizara la Liga Mendocina”.

-Y en la Liga jugaste en otros clubes. E inclusive saldaste tu deuda con un Boca

-Sí terminé mi carrera en Boca de Bermejo a los 36. De chico cuando iba para mi casa pasaba por esa cancha y me tiraba. Antes de eso Hardan Curi me lleva a Independiente y a Murialdo.

-¿Te expulsaban mucho?

-Sí, yo era muy temperamental. Me costaba controlar la agresividad. Si lo hubiese logrado por allí hubiera llegado más lejos, además de la suerte que se necesita. Me acuerdo que Rafael Máximo Miranda nos tenía de punto a todos. Luis Marcos Ciaurro en cambio me hablaba como un padre y me decía: “Negro, tranquilo dedícate a jugar. A veces me reconocían más por las expulsiones que por mi manera de jugar”.

-¿Alguna vez tuviste problemas afuera de la cancha?

-No. Solo una vez con un muchacho que era de la barra de Independiente. Me había hecho una canción contra mí y mi familia. Lo que son las vueltas de la vida. Cuando voy a Independiente, él era el utilero y ya no estaba en la hinchada. Me pidió disculpas que obviamente se las acepté. Hoy somos amigos. 

El área de los recuerdos comienza a disiparse luego del encuentro via wattsapp, allende la Cordillera, en donde Carlos Rojas reside desde hace años junto a su esposa Victoria. Sus hijos Jonatan, Joana Valentina, su nieto Lucas (juega en las inferiores de la Lepra) y su hermana Sandra, residen en Mendoza, mientras que Gladys vive en San Luis y Graciela en Buenos Aires. En su última frase hay un recuerdo para su viejo Carlos, Américo Sesti y la Academia de San José en la que nunca pudo jugar. Y anhelo de visitar Mendoza y el Lobo que lo vio crecer, una vez que la maldita pandemia quede atrás.

“En el fútbol callejero era número 9 y por seguir a mi padre terminé de defensor. Mi viejo fue campeón con Argentino en 1959 y por eso Los Boli Stones me tiran. Me hubiese gustado jugar allí. Me acuerdo que me hablaba de Sesti, un crack que salió de ese club y que jugó hasta en Independiente de Avellaneda. Una vez en el Poliguay, lo conocí a ese señor. Otro personaje maravilloso, que era apasionado por Gardel”.

“Tengo tantos recuerdos de mi viejo, de Gimnasia, de mis amigos. Y ese anhelo de volver a visitar Mendoza, cuando pase esto del Coronavuris para abrazarme con todos”, dice en el último pase al área de contención de los afectos Carlos Rojas.

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