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¿No querés jugar en la Lepra?

10 de marzo, 2020 - 19:18

Voy al Átomo de Carrodilla porque últimamente mis salidas son así: locamente aventureras, desmesuradamente peligrosas, flasheras de vértigo, salvajes de adrenalina, tenaces en incertidumbre, cojonudas en emoción.

Y llego a la carnicería. No había nadie salvo la carne y los carniceros.

Saludo, porque en el fondo soy muy saludador.

Me hago un paso atrás, porque en el fondo adoro la cortesía oriental, para no invadir la charla de los corta-bifes.

Y en eso llega ella.

La Lilita Carrió fashion del barrio Lihué. Un rubio forzado nivel Gladys, la Bomba Tucumana.

Una momia de lycra. Un menhir forrado en nylon.

Unas calzas que solo le deben haber entrado amenazando a San Expedito para que le obre el milagro.

Zapatillas deportivas de un fluorescente moco, tirándole besitos al Poxiran. El carrito vacío, intimidando a cualquiera que se le pusiera adelante.

Clavada la atención en el celulosa. Ajena no solo a lo que pasaba en la carnicería, sino a cualquier acontecimiento que quisiera hacerse presente en esta galaxia.

En un momento, los carniceros dejan de charlar y se prestan a atender.

Y ahí sí. Ahí se soltó. Se despabiló mi vida. Sacó la palanca del modo ‘fantasma’ para ponerla en el modo ‘turbo/no me calienta un huevo nada’.

Y sin ni siquiera tirar un mísero “buen día”, un “hola, qué tal”, puso a andar la sin hueso:

-Bueno, voy a querer unas chuletas de cerdo, medio de molida…

Como cohete, inmediatamente le levanté la mano para marcarle el grosero off-side en el que estaba incurriendo:

-Disculpame. Estoy yo antes.

Ni bien terminada mi advertencia diplomática, propia de un Dante Caputo, le dije:

-¿No querés jugar en la Lepra? Necesitamos gente así. Como vos. Atrevida. Lanzada. Que no dude. Que no le caliente nada. Que se pase por el medio del culo todo. Que entre al área y le pegue por más que le venga un Scania de frente. Gente así. Como vos. Desfachatada. Gente insurrecta. Osada. Nihilista. Subversiva. Rebelde. Iconoclasta. Que se cague bien cagada en el miedo, en el pavor, en la inercia, en la duda. ¿Me entendés? ¿No querés jugar en la Lepra?

Le agarró un ataque de risa. Los carniceros también reían.

Se había cumplido el viejo y querido axioma: la educación, con humor, garpa.