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“Los límites están en la cabeza”

Hace cinco años tuvo un accidente en moto que casi le cuesta la vida. La recuperación no fue fácil y como secuela le quedó la inmovilidad de su brazo izquierdo. Pese a eso Franco Sance volvió a su gran pasión y hoy se destaca en el Campeonato Mendocino de Enduro.

02 de agosto, 2019 - 19:08

Hace cinco años su vida cambió para siempre. Iba en su moto por el Corredor del Oeste, cuando un auto cruzó de manera imprudente y tuvo un fuerte accidentea. Las esperanzas eran pocas, pero de a poco fue saliendo de esa situación. Hoy, corre el Campeonato Mendocino de enduro y está a punto de completar la carrera de administración de empresas. El hombre en cuestión es Franco Sance, un pibe que le ganó a su cabeza y a las secuelas que le quedaron de aquel feo accidente.

“Soy un chico normal, como todos, de 25 años, al cual le gustan mucho las motos, y el cual a pesar de la lesión que tengo trato de llevar mi vida con total normalidad. Además apoyandome mucho en el deporte para sentirme bien y no recaer en algún tipo de depresión”, comenzó en su relato.

Y luego continuó: “El deporte cambió mi vida después del accidente, porque volvió a darme motivación, la cual había perdido. Pero además fue un complemento ideal en mi carrera universitaria, porque las motos me ayudaron a descargar energías, sobre todo negativas que por momentos me impedían seguir adelante de la mejor manera”.

"Mi gran pasión siempre fueron las motos de velocidad y sueño con representar a mi país en el campeonato Europeo de esta especialidad, para personas con algún tipo de discapacidad”

“Hubo momentos donde estaba muy enojado, frustrado y no le encontraba explicación a por qué me había pasado esto, hasta que un día mi cabeza pensó diferente y de a poco volví. Primero me subí a la bicicleta y después a la moto. Algo que en un momento era impensando y casi imposible se concretó y desde ahí cambió definitivamente todo”, recordó. 

“Yo no tengo movilidad en el brazo izquierdo y eso requiere de un montón de entrenamiento físico, porque yo debo suplir eso con el resto del cuerpo, sobre todo con la zona media. Por supuesto que costó, sobre todo al principio, pero los límites están en la cabeza y por la mía nunca pasaron”, rememoró.

El apoyo de la familia fue fundamental: “En mi casa se fueron todas las motos durante dos años, hasta que después de un tiempo mi mamá se dio cuenta que a mi la moto me hacía feliz y fue ella la que me impulsó y apoyó para volver”.

Su gran amigo el Peta

El Peta Augusto Faure es quien lo sigue en cada carrera, ante un eventual desperfecto de la moto o caída. Son grandes amigos y fue uno de los que lo incentivó a seguir en los momentos más difíciles.