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Por siempre, el Bajo

Ayer Luján Sport Club celebró su aniversario número 97. Vaya este pequeño homenaje a la gente de la institución granate

16 de julio, 2019 - 19:05

“Hijo tenés mejor semblante”, suspiró la vieja esa mañana de domingo. 

Y cómo no, si de a poco había recuperado el habla, el apetito y las ganas de volver a una cancha. Me sentía curado de esa afección al alma, que nadie me diagnosticó pero autodefinía como el daltonismo de los sentimientos...

Había recuperado los colores y no era mera frase. Si mi sintomatología tenía que ver justamente con eso. La úlcera, los frecuentes dolores de cabeza y mi taquicardia me las provocaba ese nocivo rayo ultravioleta. 
Ese domingo ya me sentía curado definitivamente. Chau taquicardia y migrañas. Chau Ranitidinas y Genioles. El color granate volvía a vestir a mi equipo de fútbol y para mí era como si hubiera estado en un ritual frente a la original Bandera de Los Andes o ante la boina negra del Che .

Aquel cambio de color, me parecía una afrenta, otra más acorde a aquella camaleónica época del ‘uno por uno’. La pasión genuina equivalente al éxito efímero. 

Yo que respiraba hasta en Grana, ¿cómo iba a ceder a la autocomplacencia de la plata dulce y borrar del disco rígido de la memoria los grandes nombres? ¡Cómo renegar de los tiempos de inocencia en que nos íbamos de vacaciones al Río Mendoza! 

¿Adónde quedaban las gastadas entre gutierrinos, maipucinos y lujaninos en ese micro cargados de laburantes hacia la destilería de YPF?

De puro fundamentalista dejé de ir a la cancha, el fútbol pasaba a ser un extraño recuerdo. Y juro que no retorné nunca más hasta ese domingo en que volvimos a vestirnos de Granate. 
Es que créanmelo, uno puede bancarse una fusión, pero ¿qué les costaba digo yo, mantener  el color de la camiseta intacto? ¿A quién jodíamos por eso, qué quisieron inventar?

¿Cómo transferir el amor de generación en generación sin el Granate como estandarte? ¿Cómo le explico a mi corazón, la vergüenza de verte con otro amor? 

Es que ese bajo lujanino no es lo mismo sin su malbec… sino preguntale a Gauchito Guzmán en yunta con el Pancho Monárdez, sobre el orgullo que sentían cada vez que la mandaban a guardar con la piqué grana encima. Cuando La Costa y San Martín era el centro de atención de leprosos, blanquinegros y maipucinos…

Cuando el Turco Tercilla la llevaba atada en la cabeza y el Cuta Morán, Luis Carrasco y Agüero o mejor dicho el Bueno, el Malo y el Feo, cobraban sus recompensas por capturar a tanto afamado goleador suelto por el Bajo...

Y claro, también estaban la estampas metedoras del histórico Mattioli, el talento del Mono Olmos, y las extravagancias del Loco Fumagalli y su pichicho… ¡¡¡qué fenómeno el loco, qué me van a contar entonces…!!! Ataba el choco junto a la tela y no lo sacaban ni con una reconvención ni una tarjeta roja…

Ese domingo que volvimos a recuperar el malbec, me emborraché con ganas junto en el Chanta Cuatro, maquinando los nuevos tiempos del Luján Sport Club como aquellos de Caro, Hugo Oro, Roberto Bordeira, el Colorado Bertolini, Cristian Campagnani, Lucas Martínez, la prolongación de una rica historia en color Granate relatada por el Turco Orly Abraham, la pluma imprescindible de Rodolfo Braceli, la musicalidad del Claudio Brachetta y la genial cámara del Turco Favio.

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