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La bipolaridad de Boca

28 de septiembre, 2018 - 10:04

Boca padece hace tiempo una enfermedad que sale a la luz en partidos determinantes. Una enfermedad que con el correr de los partidos no logra sobreponerse a ella. Sufre doble personalidad según el competidor de turno. Juega de una manera frente un rival y cambia ante otro.

Boca necesita definir cuál es su verdadera identidad. Por momentos es un equipo que mete miedo y por otros se muestra temeroso.

Cuál es el verdadero Boca: ¿el que le ganó a Cruzeiro con el cuchillo entre los dientes o el que perdió sin brillo ante River en la Bombonera? Como se entiende que un equipo cambia su forma de jugar de un partido a otro en tan solo cinco días y en un mismo escenario.

La bipolaridad que domina a Boca es el mayor problema que arrastra. Si vamos a la explicación psicológica, encuentro que ser bipolar implica pasar de un estado de ánimo a otro en poco tiempo. Es sinónimo de una gran inestabilidad emocional y cambios súbitos en la conducta de una persona -de un equipo, en este caso- que desconciertan a todo el mundo. Y esto es lo que le pasa a Boca. Vive en un gran desconcierto. Y confunde. Cambia radicalmente su forma de jugar y su actitud en el campo de juego.

Pero este cambio radical mucho tiene que ver con las decisiones del técnico Guillermo Barros Schelotto. Quizás, una de las razones para entender esta “bipolaridad” en el rendimiento de los futbolistas son los cambios de nombres entre Copa Libertadores y Superliga.

Parte de la culpa es del entrenador por no utilizar el mismo equipo que venció a Cruzeiro frente a River. Hace tiempo que Boca no repite los 11 en dos partidos consecutivos. Poco se entiende a esta altura los cambios de intérpretes del entrenador. Y a que se deben esas modificaciones.

Boca es el Bicampeón del futbol Argentino. No hay que quitarle mérito. Dominó el último campeonato de punta a punta. Mantuvo el liderazgo 46 jornadas consecutivas en 617 días (sumándole parte del torneo anterior). De esta manera, registró una racha histórica que llegó a su fin en la segunda fecha de la actual Superliga perdiendo con Estudiantes en Quilmes. Y que arrancó en diciembre de 2016 cuando le ganó a River en el Monumental por 4 a 2. Pero desde lo futbolístico tiene vaivenes.

Es que Boca tiene dos caras. Una, cuando juega ante rivales de menor relieve como Cruzeiro por la Copa Libertadores y debe definir una serie a matar o morir. Ahí, saca a relucir su imagen de un equipo copero. Se lleva por delante a su contrincante y juega con el cuchillo entre los dientes. Saca un plus con temple y mentalidad ganadora. En cambio, ante River en partidos claves como en Mendoza por la final de la Supercopa Argentina y en el último encuentro por la Superliga, se ven flaquezas. Es un equipo débil y sin carácter. Padece los momentos clave y determinantes contra el rival de toda su vida.

Lamentablemente, River desnuda lo peor que tiene Boca. Hace que se mire al espejo y se odie. El conjunto de Gallardo le saca a relucir problemas que están ocultos. No sólo desde el juego, sino también la relación entre sus compañeros. La pelea entre Mauro Zarate y Edwin Cardona fue muy fuerte por todo lo que se dijeron. Hasta tuvieron que entrometerse Ponzio y Pinola para separar.

River el domingo pasado sacudió a Boca para despertarlo. Y mostrarle los errores que estaban escondidos debajo de la alfombra. Boca deberá no subestimar al rival ni subestimarse, pero cuanto antes deberá encontrar su identidad de juego.

Boca esta metido en un problema personal que tiene que solucionar cuanto antes, antes de que sea tarde. Tiene condiciones para salir a flote. Tiene protagonistas (los Barros Schelotto y jugadores) que pueden llegar a ayudar a salir de este inconveniente.

El técnico como cabeza del grupo tendrá la responsabilidad de encontrar un equipo fijo al que deberá manejarle la inestabilidad emocional y con el fin de recuperar su identidad de juego para jugar de la misma manera frente todos.