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Una vez fui millonario...

Nuestro peso, nuestra moneda, debería ser símbolo de independencia y soberanía económica de la Nación, pero los argentinos no podemos con nuestra reiterada y ya cansadora costumbre de destrozar cualquier valor… no importa cual sea.

20 de enero, 2020 - 07:16

Dicen los manuales de economía que la moneda –entre otras características– es un depósito de valor para conservar ahorros y propiedades. Bueno, en la Argentina, ¿qué moneda tiene esa característica? Precisamente no es la nuestra, despreciada en cualquier país, sino una foránea.

Nuestro peso, nuestra moneda, debería ser símbolo de independencia y soberanía económica de la Nación, pero los argentinos no podemos con nuestra reiterada y ya cansadora costumbre de destrozar cualquier valor… no importa cual sea.

Esto viene a cuento porque el Banco Central sacará de circulación los billetes de cinco pesos, como lo hizo no hace mucho con los de dos pesos.

¿Por qué lo hace? No solo porque la mayoría –casi todas- las unidades que circulan están en un estado deplorable, sino porque ya prácticamente no tienen valor de compra. Si no fuera así, se volverían a imprimir billetes con esa denominación, no importa la imagen que tengan: animales, árboles, flores y patriotas (o no tan patriotas).

Esa falta de valor de nuestra moneda –a los de cinco le seguirán los de diez pesos dentro de no mucho tiempo, porque al quedar como los de más baja denominación, circularán más rápido y su deterioro será velocísimo.

Todo esto es producto de las pésimas políticas económicas que se han aplicado a lo largo de la historia, que han hecho que hayamos perdido la soberanía en esa cuestión, una vergüenza que debería ponernos colorados.

A las pruebas me remito. Los memoriosos –y si no hay memoria, está Google- recordarán que los argentinos llegamos a cobrar nuestros sueldos con billetes de ¡un millón de pesos! Es decir que… una vez fui millonario.

Voy a las fuentes. En el trascurso del tiempo, desde la creación en 1881 del Peso Moneda Nacional, y producto de su depreciación constante, la moneda  de nuestro país ha variado al menos cinco veces. Ha tenido algunas reformas monetarias al reducir la proporción de ceros en la misma, no importa quiénes y bajo qué signo político gobernaron.

Aquel peso Moneda Nacional de 1881 había conseguido mantenerse hasta 1969, pero en la década de los 70 se produjo uno de los cambios más significativos en la historia de la moneda argentina.

Fue entonces cuando se realizó la primera conversión monetaria al crear el denominado Peso Ley, que tendría vigencia hasta 1983. Esa denominación tenía la equivalencia a 100 pesos Moneda Nacional, lo que significó un fuerte impacto al país, que se vería afectado por la devaluación y la inflación al punto de tener que emitir un papel moneda de un millón de Pesos Ley.

Vale recordar que en aquella época el tipo de cambio con respecto al dólar se devaluó en más de 200.000%. Ante tales circunstancias, la moneda argentina sufrió una nueva modificación y volvió a cambiar de nombre, pasando a denominarse Peso Argentino.

Esta decisión provocó la destrucción total de los ahorros del país al quitarle cuatro ceros a la moneda, pasando 10.000 Pesos Ley a valer 1 Peso Argentino, divisa que solo circuló apenas dos años y fue sustituida por el Austral.

Pero la historia se volvió recurrente y una inflación acumulada de al menos 5.000% para 1989 obligó a imprimir papel moneda por un valor de hasta 500 mil Australes. ¡Otra vez sopa!

Después, en 1992 llegó el Peso, tal como lo denominamos hoy, el que cuando apareció también fue conocido como “peso convertible” debido a su paridad con el dólar –¡otro sueño desquiciado!-.

Fue la época del uno a uno, vigente hasta la modificación de la Ley de Convertibilidad en 2002.

Cada peso equivalía a 10.000 Australes y también la economía tuvo sus sobresaltos cuando la falta de recursos financieros provocó una crisis de financiamiento por la imposibilidad del Estado de cancelar las deudas con las provincias.

Así llegaron a aparecer las cuasi monedas, como el Patacón, el Lecop o el Petrom, entre otras.

Lo que vino después es historia conocida –o mejor dicho repetida- y vemos cómo nuestra moneda sigue depreciándose por ahora sin solución de continuidad.

Porque no nos equivoquemos: no es que el dólar suba, es nuestra moneda la que pierde su valor y cada vez se puede comprar menos cosas.

Cuenta el economista Carlos A. Montaner que los mallorquines, en el medioevo, cuando tuvieron reyes, los obligaban a jurar “defender el valor de la moneda”.

Eso me parece una señal de respeto con el esfuerzo ajeno y por eso pienso si no será tiempo de dejar de ser los giles de siempre para obligar a quienes nos gobiernen a que defiendan el valor de nuestro peso.

¿Soy un iluso? Tal vez... ¡pero al menos déjenme soñar!