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Adiós a Juan Panza Muñoz, el Virrey de la Academia de San José

El exentrenador fue el hacedor de los títulos del Atlético Argentino en las temporadas de 1995 y 1996, luego de 36 años sin conquistas

21 de agosto, 2023 - 19:39

Había quedado huérfano desde muy pequeño y su crianza -al igual que el de una hermana- estuvo a cargo de sus abuelos. El pequeño Juan, encontró afecto en ellos, en sus tías y en la pelota de fútbol con la que sobrellevó su infancia de niño inquieto.

El niño volcaba todos sus ímpetus en la disputa del balón ante, inclusive, chicos más grandes. El cura rector del colegio al que iba, muy severo con él, buscaba amoldarlo con más de un cachetazo a las rigideces de la educación católica. 

Tenía predilección por la aritmética, pero mucho más por la educación musical, en el que inclusive fue parte del coro de niños cantores de la escuela. Con ellos tuvo la ocasión de viajar a Italia a participar de un encuentro de coros, que presenció el mismísimo Papa Pablo VI. Pero su pasión verdadera era la pelota y su equipo, la Academia. 

En Atlético Argentino hizo divisiones inferiores como un aguerrido número 3, aunque no pudo afirmarse en Primera por la inmensa cantidad de futbolistas que poblaban el suelo de la máxima división. 

Condiciones no le faltaban. Y más viniendo de la cuna Académica, como se le decía a las divisiones inferiores del Atlético Argentino. Pasó a jugar en ligas menores pero también en el fútbol callejero, en el que en los torneos de barrio se los veía a jugadores como el Víctor, Albarracín, Chufi Sosa, Pacheco, entre tantos, jugando en los parates de la Primera División.

Jugó para el célebre Los Romanos, equipo de Pascual Curia. Allí el Panza fue campeón en el célebre torneo de 1977 que organizó el Club Social y Deportivo Allayme, en la vieja canchita de Manuel A Sáez y Soler.

Eran verdaderos partidazos con equipos que mi memoria devuelve (le pido quienes recuerden otros jugadores me los aporten):  Halcones Rojos del querido Felipe Canizzo, Repollo García, Indio Palacios, Daniel y Heraldo Arenas; el Sindicato de Pasteleros y Confiteros (Sixto Montigel, el Cabezón Rodríguez) Tapicería Monzón (Daniel Farías, Miguel Albarracín), Allayme (mi hermano Lucho, Yaco Martínez, Manzana Martínez, Carlos Nievas).

Juan luego fue a jugar a Deportivo La Consulta hasta que dejó el fútbol formal para seguir siendo un insustituible en los callejeros.
Por casualidad se acercó a la tarea de la dirección técnica, gracias a quien fuera su maestro, Francisco Pancho Ontiveros, un viejo bicho del fútbol mendocino quien lo ayudó en ese aprendizaje.

Dirigió en las divisiones inferiores de Boca de Bermejo, Platense de San José y ya se veía su capacidad para llegarle con su mensaje sencillo y directo a los jóvenes.

Nunca dejó de seguir a Atlético Argentino. Y decía a quien quisiera oírlo. “Alguna yo voy a dirigir al Boli y lo voy a sacar campeón”.

Nadie lo tomaba en serio aún; la quimera del título académico se buscaba con experimentos diferentes. Desde traer a Racing o a técnicos que no encajaban en el mundo Boli por más que en algunos casos, tuviesen un pasado de repercusión en la AFA.

En el torneo del 1993, Atlético Argentino descendía por primera vez en su historia. Recuperó la categoría gracias a los chicos de la casa y a Oscar Mono Díaz, otro hijo ilustre del club.

Peleó el torneo Transitorio con ese mismo plantel. En el 95’ ese equipo parecía estar para grandes cosas, pero lamentablemente no arrancó bien.
Allí la dirigencia reparó en aquel hijo de la casa que ya venía haciendo una buena tarea en otros clubes del departamento.

“Panza, queremos hablar con usted”, le dijo el Turco Ayanian. “Quédese tranquilo que vengo a ser campeón, Vicente”, aseguró convencido el Panza. 
“Algunos me decían: ‘Nos conformamos con no irnos al descenso’”, confesaba años después Juan.

El Panza tomó el equipo en la cuarta o quinta fecha con un equipo que no paró de ganar y se consagró campeón oficial de la Liga Mendocina de Fútbol el 17 de setiembre, en una tarde de un viento Zona infernal. 

El Barrio fue una fiesta. Después de 36 años, el Atlético Argentino volvía a sumar otra estrella, muy anhelada en su rica historia de gloria, forjada en la década del 20’. El Virrey de San José, haciendo honor a su apodo, repetiría el logro en 1996.

Ídolo y al fin ser humano, ya cuando no estaba en el fútbol fue noticia por algunos asuntos con la justicia, entre ella la banda aquella que asaltó al Diario Los Andes en 1999. “Fui un boludo. Me cagué la carrera, tenía chances de ir a dirigir a otros lados y me la eché’, le confesó el Panza a este periodista en un mano a mano, tiempo atrás. 

Pagó su deuda con la sociedad y con su propia salud.  La diabetes le jugó una mala pasada y por ello debieron amputarle las dos piernas.
Como en sus tiempos de futbolista y entrenador, Juan le peleó palmo a palmo a su enfermedad. Aprendió a caminar con dos prótesis, sostenido por dos bastones gracias a la ayuda inconmensurable de su compañera Angela y Fermín Sedano, ex arquero suyo en la Academia de 1995 y 1996 y kinesiólogo.
Hasta este 21 de agosto que su espíritu inquebrantable dijo basta.

Juan Quirino Muñoz, aquel Panza que quedó en la historia del club y del deporte mendocino junto a un conjunto de pibes que tenían la albiceleste tatuada en la piel, murió a los 70 años. Hasta la victoria siempre, Panza Querido.