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El club de los desesperados

19 de marzo, 2018 - 07:16

Luego de una semana de muchos movimientos dentro de aquello que por comodidad llamamos peronismo, pero que en realidad agrupa a un montón de tendencias, personajes, proyectos e intereses, el panorama no parece demasiado alentador, al menos mirado desde la institucionalidad.

¿A qué llamamos institucionalidad? Centralmente a la necesidad que tiene la Argentina, su sociedad –no el gobierno, no la política, sino todos nosotros– de tener una oposición que dentro de márgenes razonables contribuya a la búsqueda de soluciones para los problemas acuciantes; que a través de sus proyectos y también del consenso con los de otras fuerzas sumen para el bien común, ese concepto que en más de cien años dio pocos resultados en nuestra historia.

El ensayo de unidad hecho en San Luis, impulsado en primera instancia por el gobernador local Alberto Rodríguez Saá junto a Jorge Capitanich, con la promesa de asistencia de varios gobernadores que luego prefirieron borrarse, como el sanjuanino Sergio Uñac, el inoxidable dueño de Formosa Gildo Insfrán y hasta el ex vicepresidiario Amado Boudou.

Pero lo que prometía ser un encuentro que juntara a todos los sectores en punta terminó siendo capitalizado, en la foto final, por Hugo Moyano, donde más que renovación se veía una hueste de viejos dinosaurios que, en las urnas, poco y nada podrían sumar. El dato curioso del encuentro fue la ausencia -no sin pelea y pase de facturas- del hermano del gobernador convocante y actual senador nacional Adolfo Rodríguez Saa. Raro si se piensa que hace unos años, cuando el Adolfo enfrentó a Néstor Kirchner por la presidencia de la Nación, Hugo Moyano lo acompañó, junto al golpista y carapintada Aldo Rico.

Ayer, a nivel bonaerense, otra cumbre del PJ trató de unificar sectores, convocado por los intendentes de los partidos más populosos, pero la foto final volvió a mostrar deserciones. Tal vez, un dato saliente sea que volvió a sonar el nombre de Sergio Massa, ya que el tigrense mandó una carta al encuentro, pero el que nuevamente apareció y terminó capitalizando el encuentro fue el sindicalista Hugo Moyano.

Dos de dos para el camionero

Si recordamos los últimos tiempos, también el que logró armar el escenario más compacto y multisectorial fue también el camionero. No solo por la representación política, sino también porque las dos manos derechas del Papa Bergoglio estuvieron en el palco: Juan Grabois y el esbirro Gustavo Vera, que sigue manejando la agenda papal porteña, luego de fracasar en su presentación compartiendo lista con Patota Moreno en la Ciudad de Buenos Aires, quien recordemos que en la semana que terminó trajo camisetas bendecidas para los Moyano desde el Vaticano.

Lo que puede leerse a simple vista es que el gran opositor de Mauricio Macri en los últimos tiempos es el sindicalista, y en las filas del peronismo parecen entender que la única jugada posible para debilitar al gobierno es fortalecer a su principal opositor, incluso a cuenta de la propia Cristina, Massa, Randazzo y los demás referentes.

Si en la vuelta de la democracia la rivalidad manifiesta fue Alfonsín-Ubaldini, parece que los tiempos que vienen serán Macri-Moyano. ¿Cuánto podrá esmerilar al gobierno una dirigencia política y sindical desprestigiada y sospechada? Es una pregunta que solo el tiempo responderá.

Algo es claro, los alineamientos de esta batalla forman un club de desesperados: con pocos votos, muy baja imagen y ligados en muchos casos a negocios non sanctos, parecen más parte del pasado que del futuro, habrá que ver si el pasado vuelve a ser presente en la Argentina.