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No hay peor astilla que la del mismo palo

05 de febrero, 2018 - 07:13

A veces, el juego del poder es tan complejo, sus momentos tan efímeros, que lo que parecía una mano ganadora termina siendo la pérdida más relevante. Algo de esto debe estar pensando el Presidente. Cuando salió del proceso electoral con la fortaleza para echar el vale cuatro y pasar caminando el envido, su juego fue tan inconsistente que ahora duda ante un modesto quiero.

En ese contexto, el Gobierno de Mauricio Macri enfrenta horas difíciles, con flancos abiertos por donde se mire y la sensación de que los propios errores propiciaron el mal momento. Si en los últimos días fue el affaire Triaca el que le complicó la existencia –asunto que por otra parte pone en escena como ninguno la doble moral argentina: Néstor puso a su esposa como presidente, a su hermana como ministro, a su hijo le creó, financió y proveyó con cargos una agrupación política, a su primo Carlos lo puso como subsecretario de Estado, su sobrina recibió una fiscalía estratégica... y podríamos seguir la lista, y para todos era un piola bárbaro, pero ahora reaccionan como carmelitas descalzas-, lo cierto es que la economía es el gran desvelo, y realmente las cosas no marchan bien.

Lo que le sigue fallando a Macri, y a la vez genera el gran malhumor social que se percibe, curiosamente, es su propia "especie". Si la sociedad claramente manifestó a través del voto que estaba dispuesta a hacer los esfuerzos solicitados, bancarse aumentos de tarifas muy fuertes, pérdida de poder adquisitivo, recortes a los jubilados y varios detalles más, los empresarios de los que formó parte toda su vida miran y hacen la plancha, pero de esfuerzo nada, nadita y nada.

El Presidente debería saberlo: por negocios hasta su propio padre le dio la espalda y respaldó al kirchnerismo. Los empresarios hasta ahora no han hecho el mínimo esfuerzo pese a que se han visto enormemente beneficiados por los aumentos, las políticas de blanqueo, y lo serán aún más si se sancionan las reformas impositiva y laboral. De ahí la desesperación por seducir a los foráneos: los de acá no la "ponen" ni la van a poner, y sería bueno que, en esta instancia, aparezcan medidas drásticas contra ellos. Investigar el negreo, su participación en "negocios" con el Estado en la década ganada o las cadenas de formación de precios aplicando medidas antimonopólicas, por ejemplo, sería un buen modo de redistribuir esfuerzos y demostrarle a la gente que no es un Gobierno para ricos, como sostienen muchos.

Esta disparidad ha obligado a hipotecar unas cuantas cosas: un déficit fiscal insostenible, uno de balanza comercial que no le va en zaga, endeudamiento exagerado, son pesadas mochilas que podrían alivianarse si la clase privilegiada de nuestro país es capaz de estar a la altura de las circunstancias.

Debe ser difícil para el Presidente vislumbrar que los que compartieron aulas en el Cardenal Newman, encuentros sociales, reuniones de negocios cuando estaba en Socma o la primera clase de los vuelos al exterior, ahora sean incapaces de bancar lo que tanto pidieron –seamos francos, las reformas en marcha son una vieja demanda del capital– y también es incierto qué será capaz de hacer frente a esto.

La sociedad espera que quienes más capacidad de esfuerzo tienen sean capaces de hacerlo. Hasta ahora han sido los peores. Lo que no se pudo por las buenas tal vez se pueda jugando rudo. Ellos no dudaron nunca en hacerlo.