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¿Carta de defunción para la prohibición de acercamiento?

19 de febrero, 2018 - 07:12

La semana culmina con otro dolor lacerante para la comunidad mendocina. Dolor que se extiende con estupor hacia el resto del país. No solo por la magnitud del hecho en sí, sino porque engrosa el abultado número de mujeres y niños que fueron asesinados, y otros, como presas de la bestia, esperan sin saberlo ser los próximos.

Maira Soledad Bueno, Mónica Outeda y el pequeño Lautaro Vega fueron golpeados de mil formas con brutalidad hasta terminar con sus vidas por un sujeto con doble identidad, Patricio Molina o José Giménez, el mismo estiércol con diferente olor. Delincuente con antecedentes de violencia de género que asesinó en Guaymallén y luego se quitó la vida ahorcándose al no poder ocultar su obra macabra.

Todo un drama que no permitió que la sociedad de Mendoza pueda apaciguar su alma ciudadana tras el triple crimen que cometió con saña demencial otra hiena llamada Daniel Zalazar sobre Claudia Arias, Susana Ortiz y Vicenta Díaz en el barrio Trapiche el 23 de octubre de 2016.

De aquí hacia atrás, medianamente hacia atrás y muy hacia atrás, el tiempo corre el velo de que la violencia intrafamiliar que termina en forma de brutal asesinato, no se ha detenido. Puede haber hecho repensar a los verdugos sobre cómo aplicar su mortal accionar con la aparición de abultada normativa judicial, pero no morigeró el sufrimiento primero, el asesinato, después. Inclusive, tras la sanción en el Congreso de la Nación de la Ley 24.417 en el año 1996 y la Ley 26.485 sancionada en el año 2009. Artículos y considerando en ambas leyes otorgaban más que suficiente arsenal para terminar con una buena vez con el raid de golpear y matar.

La aparición en el tiempo de una medida cautelar como la prohibición de acercamiento fue mostrando que todo lo anterior no era un bastión jurídico inexpugnable. Tiene fisuras y si no las tiene, hay caprichosas y cuestionadas acciones de ciertos jueces que las hicieron aparecer con todas las posibilidades que dichos magistrados otorgaron a golpeadores y femicidas. Ni hablar de órganos por debajo de los estrados de un juez, léase policías y personal de juzgados y estamentos para tratar esta problemática. Allí donde las mujeres y sus hijos no encontraron ninguna contención y más bien fueron inducidas a convivir con quien sería su victimario. En todo el territorio nacional hay miles de casos con estas características. A esta altura de cientos y cientos de episodios que sobrepasaron la capacidad de asombro de la gente, muchos observadores consideran que esta modalidad está superando graves delitos que debe soportar la nación.

Sobre la medida cautelar de prohibir el acercamiento a potenciales asesinos tras la denuncia de una mujer que ve que su vida y la del resto de su familia corren peligro, la ciudadanía se interroga con lógica: ¿para qué sirve?, ¿Sirvió de algo para detener tantos femicidios?, ¿Produjo algún efecto para que cualquier sujeto violento tenga algún tipo de temor si no la obedece o la viola? Lamentablemente la respuesta es que hasta ahora, ¡no!. No sirvió, ni tan siquiera para salvar una sola vida de las tantas perdidas en el contexto nacional. Fue ignorada y violada tantas veces quisieron los violentos. Los mismos imbéciles que hasta maquiavélicamente le encontraron la vuelta para alcanzar sus oscuros objetivos sobre esas víctimas que creyeron que la normativa era infalible.

Muchos creen que es hora de poner castigos jurídicos tan duros y ejemplares que le doblen el mugriento brazo a los que la vida de ellos y de los demás no tienen sentido y valor. Habría que preguntarse cómo hacerlo. Gran tema que amerita que legisladores y jueces intenten una vez más cómo soluciona, lo que hasta ahora no se ha solucionado.

Que la vida de los argentinos en general, mujeres y niños en particular, lo merecen y necesitan. Porque hasta ahora, denuncias, normativas jurídicas y la prohibición de acercamiento tienen en su haber dolor y muerte. Algo por lo que la gente, solo espera el próximo asesinato de uno, dos o más seres. Inadmisible, doloroso e inaceptable pero real, tanto como lo inservible de la prohibición de acercamiento. 

Daniel Gallardo – Periodista de medios del Grupo Cooperativa