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Tevez, en su sencillez, está en lo correcto

18 de enero, 2018 - 12:42

Ya lo dicen muchos sabios que la sabiduría no va, siempre, de la mano de la erudición. Y que muchas veces la gente simple puede ser sabia o, al menos, tener sentido común.

Tal parece ser el caso del ídolo popular, el futbolista Carlos Tevez, quien para espanto de algunos elige para su hijo experiencias difíciles como las peleas callejeras entre niños de la misma edad. Es más, para espanto de la tribuna de lo políticamente correcto, dice que de esta forma lo preservará de ser homosexual.

Al escucharlo recordé un libro leído hace poco. Es del reconocido autor israelí Martin van Creveld, quien nos vuelve a sorprender con un nuevo libro, que como él mismo afirma es único. La obra llama la atención desde su título: Maricones. Por qué el resto del mundo viene derrotando a Occidente y qué se puede hacer al respecto.

El autor plantea un tema tabú: el de la progresiva feminización de las sociedades modernas. Para él, esta tendencia es la causa principal del deterioro que sufren las fuerzas militares occidentales. Sostiene que a causa de ella se han mostrado incapaces de derrotar a enemigos peor equipados y menos desarrollados.

Especifica que en términos de tecnología militar –particularmente electrónica, comunicaciones y logística– han dejado al resto tan lejos que es imposible realizar una comparación justa.

Pero, a través de una gran erudición en los conflictos, sostiene que desde la Guerra de Corea, que terminó en 1953, cada vez que los occidentales tuvieron que combatir a fuerzas no occidentales, fueron derrotados y tuvieron que replegarse. Como pasó, sólo por citar dos casos recientes, en Irak y en Afganistán.

¿Qué fue lo que salió mal? ¿Cómo fue que los feroces soldados que entre 1492 y 1914 tuvieron prácticamente a todo el mundo bajo su poder se volvieron unos maricones?, se pregunta.

La madre del borrego, dice, ha sido la domesticación de los jóvenes. Creveld se focaliza en la forma en que en Occidente se educa a las nuevas generaciones. Al respecto, sostiene que se los infantiliza, negándoles cualquier tipo de independencia y, en las palabras del autor, se las transforma en “excelentes ovejas”.

Por el contrario, afirma que en el resto del mundo, particularmente en Oriente, parece haberse mantenido mucho mejor la calidad educativa, especialmente en lo que respecta a formar espíritus vigorosos.

Saber tirar, saber montar, nunca mentir

Concretamente, para los orientales se debía educar a sus hijos a cómo disparar un arco, cómo montar a caballo y a decir siempre la verdad. Palabras que hoy nos suenan extrañas, pues hemos pedido que no le regalen juguetes bélicos a nuestros niños y nos hemos acostumbrado a las mentiras de lo políticamente correcto.

Pero, nuevamente, la cruda realidad de lo cotidiano desmiente a las ideologías y reclama los fueros del sentido común. Ninguno de nuestros ancestros se hubiera escandalizado porque un padre le enseñara a sus hijos a encender un fuego, a pescar y a cazar. Tampoco, que en ese proceso, los hubiera familiarizado con herramientas tales como cuchillos, hachas y armas.

¿Qué fue lo que nos pasó? ¿Será que, simplemente, nos hemos "amariconado", en palabras del conocido actor Clint Eastwood?

Por eso no debería extrañar que los ejércitos más tecnológicos de Occidente sean sistemáticamente derrotados por bandas de zaparrastrosos vestidos en pijamas y con armas de dos siglos atrás. Tampoco, que nuestras ciudades sean asoladas por bandas de inadaptados que ponen en jaque a nuestras deprimidas fuerzas de seguridad.

¿Tan adormecidos están nuestros instintos de supervivencia que nos extraña que un niño use el arma de su padre en defensa de su familia y mate a quien amenaza a su madre y a sus hermanos?

Nos preguntamos si no ha llegado la época de tirar por la borda la estupidez institucionalizada de lo políticamente correcto, pues podría ser que necesitemos de nuestros viejos instintos